En su discurso más moderno, de pie en su despacho de La Zarzuela, invoca el espíritu de la Transición. Califica la situación como una de las “más difíciles de la reciente historia de España”. Reclama “respeto mutuo y lealtad recíproca” y evitar enfrentamientos. El Rey defiende que las políticas de austeridad y crecimiento no son incompatibles.