El fin de las vacas gordas del ladrillo y la cancelación del cuerno de la abundancia que, en forma de subvenciones y pliegos desorbitados, habían sacado de su molde natural a la fiesta de los toros, ha llegado a su fin. El negocio se enfrenta a una reorganización para adaptarse al nefasto viento de la crisis.

La economía del toro bravo se infló a la vez que crecían las urbanizaciones o se llenaban las arcas de tantos ayuntamientos por la vía de la recalificación de urgencia, creando un gigante con pies de barro que se desmorona al mismo ritmo que el resto de la economía española.

Las grandes plazas, los abonos más rutilantes, siguen manteniendo el tirón -no sabemos hasta cuándo-, pero la situación en el segundo y tercer circuito ha pasado de ser difícil a asfixiante.

Este panorama afecta de una manera especial a los matadores jóvenes que tratan de abrirse camino. Su mercado natural ya no existe, simplemente se ha volatilizado. Es el caso, entre otros muchos, del joven matador de toros sevillano Antonio Nazaré, alternativado en un cartel de lujo de la Feria de Abril de 2009; desde entonces, sus actuaciones se cuentan con los dedos de las manos. Su apoderado, el taurino Emilio Moreno, señala que "tal y como está esto, sólo se puede mantener una continuidad pegando un zambombazo tras otro".

Según Moreno, "en pueblos donde antes se daba una corrida de toros, ahora se da una novillada con picadores; en los que daban novilladas ahora dan becerradas, y en el que se daba una becerrada ahora se suelta una vaca".

De alguna manera, la crisis está haciendo volver a sus límites naturales a numerosas localidades que ahora no pueden afrontar el más mínimo gasto para celebrar sus fiestas si falta lo esencial para afrontar la vida doméstica del municipio.

Es un dato válido para comprender que muchos festejos se celebraban a golpe de subvención, enjugando el previsible batacazo de una taquilla en la que no se cumplía la ley de la oferta y la demanda.

El empresario José Luis Peralta, responsable de los espectáculos taurinos que se celebran en localidades como Osuna, Espartinas o Baza, puede explicar muy bien esta situación: "Se están dando menos festejos; los ayuntamientos están en la ruina y las subvenciones eran una ayuda imprescindible para organizar los espectáculos. Ahora o se han acabado o no sabes cuándo las podrás cobrar".

Peralta explica que en cualquier plaza "tienes que dar unos carteles muy rematados para tirar de la taquilla y atraer a la gente del pueblo, de toda la comarca; y esos carteles son muy caros".

El empresario pone el dedo en la llaga al aludir a los altísimos honorarios recibidos por algunos matadores de la primera fila, "que no siempre se corresponde con el beneficio que generan". En este sentido, "los empresarios no pueden llevarse siempre la guantá", reconociendo que "todo se ha disparado, aunque si no hay en la taquilla, no hay nada que hacer".

El ganadero Gabriel Molina, responsable de la dirección de la vacada de Gabriel Rojas, coincide al señalar que "ha aumentado el escalón que separaba las grandes ferias del segundo circuito". Un circuito que, a su juicio, "prácticamente ha desaparecido, repercutiendo en todos sus actores: desde los empresarios más modestos a los matadores y novilleros de segundo nivel, los transportistas de ganado o las cuadras de caballos de picar".

Ahí está gran parte del gran problema, en esos pueblos que han dejado de celebrar espectáculos brindando un escenario kafkiano: "El problema no es vender cara o barata una corrida de toros, es que no se vende porque no hay demanda", señala Molina, que también explica que a pesar de la superpoblación de ganado bravo, "nadie está dispuesto a sacrificar ni una vaca y la reducción de la cabaña brava es mínima en comparación con el drástico descenso de espectáculos taurinos".

Mientras, el espectáculo se enfrenta a una nueva subida del IVA (18%), que trabará la organización de festejos en los pueblos con menos posibilidades.

En este caldo de cultivo, la pescadilla no deja de moderse la cola: las entradas mantienen precios difícilmente asumibles, las plazas no se llenan y las figuras mantienen unos honorarios que tendrán que revisarse. Los ejemplos de las recientes ferias de Granada y Córdoba están cercanos. Había más cemento que gente.