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Actualizado: 29 mar 2018 / 23:40 h.
  • Con la «Reina del Jueves Santo»
    La Virgen del Rosario sale de su capilla y se vuelve a mirar a quienes la esperan en la plaza de Montesión. / Fotos: Diego Arenas
  • Con la «Reina del Jueves Santo»
    Cientos de personas se congregan para ver al Señor de la Oración en el Huerto.

Lágrimas. Muchas lágrimas se derramaron ayer en la calle Feria al paso de su cofradía más señera. Brotaban de los ojos de los acólitos ceriferarios que alumbraban el misterio de la Oración en el Huerto. De los ojos de hombres y mujeres que lo veían pasar desde la acera, de los que lo veían desde el reservado que prepara con sillas la hermandad para los hermanos que ya no pueden acompañar la cofradía, de la mujer que no se pudo reprimir y le gritó: «¡Viva la Virgen del Rosario!» completamente arrebatada ante su palio, u «¡Ole, ole y ole!», ante el misterio.

Lágrimas de devoción, nacidas de ese vínculo especial que genera la vecindad, porque la hermandad y, sobre todo, la dolorosa es una vecina más en esta calle plagada de hermandades que empieza con la Amargura y termina –aunque haya que desviarse un poco– con la Esperanza.

La agrupación Santa María de la Esperanza, nacida de la labor social conjunta de todas las hermandades, Fraternitas, se estrenaba ayer en la cruz de guía de la antigua Plaza de los Carros, hoy rebautizada como de Montesión. Por la puerta de la casa hermandad de la calle Alberto Lista seguían entrando nazarenos que, tras cruzar las estancias interiores y el patio, entrarían en la capilla para salir como parte del cortejo tras la cruz de guía, salió puntual a las 17.25 horas. Apenas media hora después, sobre un variado y colorido monte con rosas rojas, tulipanes fucsias, lirios morados, el Señor de la Oración en el Huerto, con túnica bordada y mantolín, sudaba sangre ante el Ángel Confortador en la puerta de su capilla. Elías Salamanca, capataz del misterio, dedicó la levantá que los llevaría a la calle, «a la madre de sus hijos, que ha sufrido un accidente; a David y a Juanlu» y animó a los suyos: «Que la calle Feria lleva 365 días esperando».

Mientras los costaleros del palio apuraban los últimos minutos antes de la salida en el bar Lola por Dios de la calle Conde Torrejón, el misterio recorría entre saetas y enlazando marchas –desde Orando en Montesión, Redención o Virgen de la Hiniesta– hasta llegar en tres chicotás sin prisas a la esquina de Correduría: «Ya hemos salido de Feria», advertía un auxiliar a los costaleros.

Pero el público no se movió un milímetro, quedaba por pasar «la Reina del Jueves Santo». Manuel Vizcaya animaba a sus hombres a sacarla con «mimo», «sin prisas», mientras de entre el gentío colocado frente a la puerta, un grito pedía una ambulancia. Atendida por la Policía, las miradas volvieron a la puerta de la pequeña capilla. Brotó en un suspiro la Virgen del Rosario, que presumía de nuevo vestidor, Manuel Ojeda; de un clásico exorno de claveles blanco y flores de cera y del perfume que repartía el incensario de Alejandro del Castillo. Llevaba luto por Julio Paneque, hermano número uno fallecido recientemente. Con los sones de Reina de Montesión, interpretada por la banda de la Cruz Roja, fue correspondiendo a la entrega de todos.