Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
Actualizado: 18 feb 2017 / 22:07 h.
  • «Guadalupe es parte de mi vida»
    Álvarez Duarte se acercó ayer al Sagrario para participar de los cultos extraordinarios por los 50 años de la bendición de su Virgen. / Manuel Gómez
  • «Guadalupe es parte de mi vida»
    Fotografía del día de la bendición de Guadalupe en San Bartolomé.
  • «Guadalupe es parte de mi vida»
    Antonio Arrondo, hermano mayor, y Luis Álvarez Duarte. / Manuel Gómez

José Gómez Palas

sevilla

{No lo busquen entre las históricas fotos en blanco y negro que se conservan de aquel 19 de febrero de 1967, el día de la bendición de la Virgen de Guadalupe. «Me quité de en medio. No quería protagonismo. Imagínate lo que aquello suponía para un niño de 17 años. El interés de la prensa... Era como si, de pronto, se te viniera el mundo encima. Hasta Joaquín Soler Serrano me hizo una entrevista para Cataluña Radio. A todo el mundo le sorprendía la temprana edad con que la tallé». Entre tantas autoridades civiles y militares presentes aquel segundo domingo de Cuaresma en la parroquia de San Bartolomé –con el gobernador civil de la provincia de Sevilla, José Utrera Molina, a la cabeza–, el jovencísimo y precoz imaginero del barrio de San José Obrero decidió permanecer en un discreto segundo plano, pese a que la que se bendecía era «la cuarta dolorosa» que salía de sus manos, tras las de San José Obrero, la Virgen de la Concepción de Palma el Río y la Amargura de Constantina. «Recuerdo aquel día con gran alegría. Me acompañaron mi madre y mi hermana, todavía de luto por el reciente fallecimiento de mi padre, y muchos amigos del barrio. Y recuerdo también que después del acto de bendición, en las dependencias del auxilio social de la parroquia, se sirvió una copa de vino español a los presentes, a la que las mujeres, sin embargo, no podían ir».

Lo que sucedió en los meses anteriores a la bendición de la Virgen de Guadalupe es de sobras conocido. Las Aguas, por entonces una cofradía con un solo paso de caoba al que acompañaba la banda de la Oliva de Salteras, buscaba una imagen de dolorosa para que procesionara bajo palio. Después de intentar adquirir, sin éxito, dos vírgenes de Astorga, de tantear a varios imagineros de la época y de plantearse la opción de comprar los restos de la antigua dolorosa de la O con idea de restaurarla –lo cuenta Luis Chamorro en un interesante artículo publicado en el Boletín de las Cofradías de este mes–, la búsqueda de una nueva imagen mariana finalizó cuando en el verano de 1966 se presentó en la parroquia de San Bartolomé un zagal llamado Luis Álvarez Duarte para ofrecer a la hermandad una Virgen que él había hecho en madera de ciprés en su modesto pisito familiar de la calle General Martínez Vara del Rey. «Yo iba mucho por La Trinidad y siempre me gustó mucho la cara aniñada de la Esperanza Trinitaria. Guadalupe no es la única Virgen Niña de Sevilla, pero Sevilla le ha dado ese título».

El primer en viajar en su Lambretta hasta el piso de San José Obrero para ver a la Virgen es el sacristán Pepe Calvo. «Sorprendido por su belleza, me dijo: niño, ¿cómo has hecho tú esta Virgen?». Desde entonces la casa del incipiente imaginero se convirtió en centro de peregrinación para los hermanos de las Aguas, hasta que la hermandad decidió exponerla por un tiempo en las dependencias de la sala capitular de San Bartolomé para testar su acogida.

La Virgen que pudo llamarse de la Oliva o de la Humildad acabó llamándose Guadalupe y desde el día de su bendición –hoy se cumplen 50 años– esa dolorosa de aspecto juvenil, por la que la hermandad pagó 12.000 pesetas, ha cautivado el corazón de muchos hermanos de Las Aguas y cofrades en general.

Como hace medio siglo

«Guadalupe está muy ligada a la primera parte de mi producción artística, a mi familia y a mi gente. Representa mucho en mi vida. Guadalupe es el nombre de mi chalet en Gines y es también el nombre de mi única hija», confesaba este sábado un emocionado Álvarez Duarte en la parroquia del Sagrario, donde la dolorosa de Las Aguas celebra el medio siglo de su bendición con un besamanos extraordinario ataviada con el mismo atuendo que aquel 19 de febrero de 1967. Cincuenta años después de insuflarle vida en su modesto pisito familiar de San José Obrero, a Álvarez Duarte le sigue sorprendiendo «el modelado tan bueno que tiene la Virgen en el cuello, en la cara, en los pómulos, la terminación que tiene la boca...». Pocos imagineros podrán decir que han vuelto a mirarle a los ojos a una obra suya medio siglo después de concebirla. ~