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Actualizado: 13 dic 2017 / 22:32 h.
  • Apagavelas de la hermandad de la Quinta Angustia. / El Correo
    Apagavelas de la hermandad de la Quinta Angustia. / El Correo

El término que traemos hoy a esta página tiene un significado de fácil deducción. Quizá resulte más curioso que su definición, que parece una obviedad, conocer quiénes lo emplean dentro del orbe cofrade y en qué momento es más demandado este utensilio también llamado matacandelas. Son instrumentos, por lo común de hojalata, en forma de cucurucho que, fijado en el extremo de una caña o vara sirve para apagar las velas o cirios colocados en alto. En esta definición que recoge el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua encontramos un dato muy esclarecedor: la caña. El encendedor o ‘tío de la caña’, abordado en un capítulo anterior, es quien se ocupa de esa labor. Se trata de un arte, como el de encender las candelerías de los palios o los codales de los guardabrisas, porque un mal movimiento podría desencadenar la caída de una vela y provocar un desastre mayúsculo en el paso.

Durante el resto del año suelen ser los priostes y sus auxiliares quienes llevan a cabo con maestría esta acción, sobre todo, durante los cultos internos de las hermandades, como quinarios y triduos, que suelen tener como escenarios bellos altares formados por auténticas cascadas de velas. Una operación, tanto la del encendido como la del apagado, que requiere de tiempo y de precisión.

En Semana Santa, los claveles se convierten en apagavelas naturales. No son fruto de la improvisación sino que constituyen una estampa clásica en las entradas nocturnas de la mayoría de las hermandades. Así, servidores de la cofradía o diputados de tramos, bajo el dintel del templo, utilizan esta flor tan sevillana para ir apagando los cirios de los nazarenos.

Resulta especialmente llamativo, por su originalidad, el apagavelas que lleva el diputado de canastilla de la hermandad de la Quinta Angustia tanto por el reducido tamaño de la vara, de color dorado, como por el hecho de que sean, precisamente, nazarenos quienes lo porten durante la estación de penitencia. Un detalle curioso, uno más, de los muchos que nos ofrece la Semana Santa de Sevilla.