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Actualizado: 04 feb 2020 / 13:41 h.
  • Monumento a Juan de Mesa.
    Monumento a Juan de Mesa.

Pasaron tres siglos: una sombra de olvido y misterio ocultó la autoría de algunas de las mejores obras de la escultura barroca. El Gran Poder, el Amor, el crucificado de Vergara o la cordobesa Virgen de las Angustias aparecían en los libros de arte como salidas de la mano de Martínez Montañés, maestro de Juan de Mesa. Muy a finales del siglo XIX, y gracias a la labor de algunos investigadores, se acabó de arrojar la primera luz sobre la vida y la obra del imaginero cordobés que talló la faz de Dios para Sevilla.

Juan de Mesa: los pasos perdidos...
Juan de Mesa fue bautizado en la parroquia cordobesa de San Pedro en 1583

Pero, a partir de ahí siguen coleando las preguntas... ¿Por qué cubrió un velo de silencio la vida y la obra de este genial escultor? ¿Pudo ser la envidia profesional la causa de ese inexplicable olvido? ¿Enterró Martínez Montañés el prestigio del que había sido el más aventajado discípulo de su taller? Podemos partir de una única certeza: Juan de Mesa fue bautizado el 26 de junio de 1583 en la parroquia de San Pedro de Córdoba. Sus padres se llamaban Juan de Mesa y Catalina de Velasco. A partir de este dato pasan 23 años de oscuridad y desconocimiento del que no queda rastro; un agujero negro biográfico y artístico que se ha tragado la primera juventud del genial escultor. El siguiente rastro documental no aparece hasta 1607: es la formalización del contrato de aprendizaje con Juan Martínez Montañés, primerísima figura del panorama artístico del momento, con el que ya se encontraba trabajando desde el año anterior.

Pero ese dato abre la puerta a nuevas dudas y deja cabos sueltos. Mesa ya era un mozo talludo y pasado de edad para los parámetros de la época; demasiado mayor para empezar la formación como maestro escultor. ¿Había recibido un aprendizaje previo en algún taller cordobés? ¿Hay una obra juvenil de la que se ha perdido la pista? ¿Cómo es posible que ya fuera un consumado maestro cuatro años después de entrar en el taller de Montañés?

Córdoba, Jaén, Granada, Sevilla...

Cuando comenzó a desvelarse el rastro documental de su identidad –Hernández Díaz pidió a Enrique Romero de Torres que buscara su partida bautismal en San Pedro- llegó a señalarse que provenía de familia de artistas pero la coincidencia en tiempo y lugar con otros artífices de igual nombre ha sido fuente de frecuentes confusiones. Otros autores lanzan algunas hipótesis que podrían ayudar a esclarecer esta tardía aparición del genial imaginero en el extraordinario panorama artístico de la Sevilla que se abre al Siglo de Oro. El catedrático Alberto Villar Movellán se inclina por la idea de una cuádruple conexión cordobesa, sevillana, granadina y jiennense que se apoya en el contacto y la relación profesional que debía existir entre los grandes artistas de la época.

Juan de Mesa: los pasos perdidos...
¿Podemos encontrar alguna relación estilística entre la obra de Juan de Mesa y la de los hermanos García?

Villar apunta a ciertas circunstancias que podrían haber conectado a Juan de Mesa con Martínez Montañés antes de su aterrizaje en la ciudad de la Giralda. Pero antes habría que detenerse en cierta relación estilística –también señalada por Villar- y en una posible inspiración del enigmático escultor cordobés en la expresiva obra de los hermanos García, que influyeron poderosamente en la cristografía granadina de finales del quinientos. Esa relación no podría explicarse sin una hipotética estancia del joven imaginero en la ciudad de la Alhambra.

Ése es el matiz –como veremos detenidamente- que explicaría la conexión estética entre las cabezas de los crucificados de Alonso de Mena y los de Juan de Mesa, que podrían compartir una común influencia en la obra granadina de los nombrados –y reputados- hermanos García. El nexo de unión, el cabo suelto que le falta a este puzzle –según los datos aportados por Villar Movellán- puede ser Andrés de Ocampo, otro notable escultor jiennense que trabaja sucesivamente en Córdoba, Granada y Sevilla –es autor del crucificado de la Fundación de la cofradía de los Negritos- y que en 1604 ya había enviado a su sobrino Francisco de Ocampo –de sus gubias salieron el Cristo del Calvario y el de la Salud de la Carretería- a aprender en el taller de Montañés.

Juan de Mesa: los pasos perdidos...
La obra de Juan de Mesa comparte muchos nexos expresivos con la de Mena

¿Qué tienen que ver entre sí todos estos nombres y circunstancias? En esos momentos Alonso de Mena se encontraba en Sevilla, trabajando como aprendiz en el taller de Andrés de Ocampo. Sólo dos años después, como es sabido, Juan de Mesa firmaba el contrato de aprendizaje con Montañés. Los datos concuerdan: Juan de Mesa pudo comenzar su formación de la mano de Ocampo cuando éste se encontraba en Córdoba trabajando en el retablo del monasterio jerónimo de Santa Marta. Después –prosigue la misma hipótesis- pudo acompañarle a Granada, cuando el maestro contrató los relieves del palacio de Carlos V. Finalmente, pudo ser el mismo Andrés de Ocampo el que recomendara su ingreso en el taller sevillano de Montañés como ya había hecho con su sobrino Francisco sólo dos años antes. ¿Son demasiadas coincidencias o sólo historia-ficción? ¿Fue Mesa condiscípulo de Mena? Quizá algún día aparezca un dato que permita averiguarlo. Sólo podemos agarrarnos a un hecho cierto: el contrato de aprendizaje con Martínez Montañés se apalabra en 1606 y se escritura un año después. Comenzaba su vida pública. La contaremos en una próxima entrega.