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Actualizado: 04 nov 2021 / 13:25 h.
  • El Gran Poder, delante del ábside pintado por Juan Miguel Sánchez en la parroquia de Santa Teresa.
    El Gran Poder, delante del ábside pintado por Juan Miguel Sánchez en la parroquia de Santa Teresa.

La historia se ha repetido recortando en píxeles informáticos lo que ya era gastado blanco y negro. Pero la imagen, 56 años después, es idéntica y la devoción también. El Señor del Gran Poder ya había peregrinado a la parroquia de Santa Teresa en 1965 con motivo de aquellas misiones populares decretadas por José María Bueno Monreal que, de alguna forma, sirvieron para despedir toda una época y dar la bienvenida a una nueva que no siempre fue comprensiva con la tradición de las cofradías y la mal llamada religiosidad popular.

El entonces nuevo arzobispo, que había desembarcado en Sevilla como piedra en el zapato del cardenal Segura –léase arzobispo coadjutor-, supo comprender el poder de las imágenes para dar contenido una iniciativa que pretendía unir la Sevilla que iba creciendo más allá de sus límites históricos con los antiguos veneros de fe. El prelado movilizó a 55 cofradías que, cosas del momento, no tuvieron demasiado margen de maniobra para aceptar unos traslados que suponían ubicar las imágenes titulares en chamizos, almacenes, garajes, carpas... y hasta una caseta de feria.

Aquella iniciativa colocó en el imaginario popular algunas escenas que ya pertenecen a la historia íntima de la Semana Santa: El Gran Poder subiendo un puente, el de San Bernardo, que volverá a santificar este viernes; la Soledad haciendo estación en el cementerio camino de San Jerónimo; el Crucificado de los Estudiantes bajo la lona rallada de la caseta del Círculo de Labradores... Pocos recuerdan ya que la mismísima Esperanza de la Macarena fue trasladada en una camioneta acondicionada hasta la parroquia de San Juan de Ribera del emergente Polígono de San Pablo. Aquellas misiones populares –y siguen las coincidencias- contaron con el epílogo o clausura de la salida extraordinaria de la Virgen de los Reyes que, el 7 de diciembre de 2021 se dispone a salir otra vez para conmemorar el 75 aniversario del patronazgo sobre Sevilla y su archidiócesis. Historias que se repiten...

Pero hay volver a 1965 para recalcar el dato: las misiones populares fueron el canto del cisne de toda una época. Los nuevos vientos eclesiales, removidos por ciertas interpretaciones del Concilio Vaticano II -que se había clausurado ese mismo año- movieron a una sustancial parte del clero a mirar de otra forma el particular universo de las cofradías. Nacía el nefasto, paternalista y distante término de “religiosidad popular” para distinguirla de los nuevos -y despóticos- aires eclesiales que en algunos casos arrasaron como un tsunami un ingente patrimonio inmaterial. ¿Qué queda de todo aquello? Que cada uno responda sus propias preguntas, caminando detrás del Señor del Gran Poder más allá del Tamarguillo...

Juan Miguel Sánchez, Santa Teresa, el Gran Poder...
El Señor de Sevilla, en la parroquia de Santa Teresa con motivo de las misiones de 1965.

Tradición y vanguardia

El Gran Poder fue conducido en aquellas misiones del 65 a la nueva parroquia de Santa Teresa. No hace falta recordar el anecdotario y las leyendas menudas de aquel traslado que ya forma parte de la historia menuda de la ciudad. Las fotografías de su estancia en el que entonces aún era un moderno templo de la otra orilla del Tamarguillo son elocuentes, recortando la poderosa y dulce imagen que talló Juan de Mesa en 1620 sobre el ábside pintado por Juan Miguel Sánchez (El Puerto, 1900-Sevilla, 1973) en 1961. Era la suma del barroco y las vanguardias creando un poderoso aguafuerte que se ha repetido en 2021 gracias al maravilloso empeño de la corporación de San Lorenzo, que ha sabido colocarse en la avanzadilla de las cofradías sevillanas dotando a la peregrinación del Señor por las parroquias de los Tres Barrios de un significado nuevo, rabiosamente evangélico, que trasciende de la mera conmemoración del cuarto centenario de la imagen, retrasada un año por los rigores de la pandemia

Es la obra de dos creadores distintos que buscaban un mismo fin: la elevación hasta lo trascendente. Pero... ¿Quién era Juan Miguel Sánchez? Merece la pena conocer algo más de la historia de este artista plástico, discípulo de Bacarisas, que en el lejanísimo 1931 ya había logrado unir la mejor vanguardia del momento con la esencia de la Semana Santa en una época mucho más desenfadada en lo artístico para el arte y los artistas de las cofradías que la actual. La fiesta ya se había reinventado bebiendo del ancho venero del arte regionalista pero Juan Miguel Sánchez supo alumbrar el que, posiblemente, es el mejor cartel de la historia de la Semana Santa. Hablamos de unos años fecundos intelectual y artísticamente, de esa Edad de Plata marchitada a la vez que España se polarizaba en dos bandos irreconciliables, antes de que los cañones sentenciaran la creatividad.

Juan Miguel Sánchez, Santa Teresa, el Gran Poder...
Juan Miguel Sánchez firmó en 1931 el que, posiblemente, es el mejor cartel de la historia de la Semana Santa de Sevilla.

El cartel, titulado ‘Luz y gracia de Sevilla’, retrata el universo inconfundible del paso de la Esperanza de la Macarena con acento fauvista y a la altura de las exigencias artísticas de su tiempo. El autor concibió una auténtica explosión de luz aprovechando magistralmente las tintas planas a las que obligaba la tipografía de la época. El profesor Valdivieso ha explicado en alguna ocasión que se trata del que “sin duda es el mejor cartel de cuantos se han realizado a través del tiempo con el tema de la Semana Santa, que nunca volvió a superarse”. Está claro que la ciudad de 1931 era más abierta que la que acoge la definitiva explosión cofradiera a mediados de los 80.

Pero el sevillano de hoy puede encontrarse con otra obra monumental de Juan Miguel Sánchez, realizada en 1941. Son las pinturas murales del gran ‘hall’ de entrada a la estación de autobuses del Prado de San Sebastián. Sólo cinco años después de abordar ese trabajo sería requerido para decorar el ábside de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de la emergente barriada cordobesa de Electromecánicas, que había sido construida para alojar a los empleados de SECEM. Sánchez no fue el único artista que dejó su impronta en aquel templo. Juan de Ávalos, autor del monumental programa iconográfico del Valle de los Caídos, fue el autor de un crucificado que, con el título de Oración y Caridad, fue el primer titular pasionista de la última cofradía que se ha incorporado a la nómina de la Semana Santa de la ciudad de la Mezquita, que aún no ha podido salir por el parón impuesto por el covid.

Sánchez concibió, aprovechando la propia arquitectura del ábside del templo de Electromecánicas y empleando su inconfundible impronta gráfica, un grupo de imágenes con Cristo Resucitado en el centro, flanqueado por la Virgen María, San Juan Evangelista y los arcángeles San Gabriel y San Rafael. De alguna manera estaba creando el precedente de su obra para la parroquia sevillana de Santa Teresa, abordada veinte años después. Antes ya había pintado el coro de San Luis, la capilla de la Real Maestranza o la capilla del Carmen del barrio de Elcano, entre otras obras. Y en Santa Teresa, un templo concebido por Alberto Balbontín, la arquitectura iba a volver a ser el lienzo inseparable de esa decoración mural que Sánchez concibió como una obra global integrada en la propia construcción y centrada en la mística y el legado de la santa de Ávila.

Juan Miguel Sánchez, Santa Teresa, el Gran Poder...
El diseño del palio de los Negritos constituyó la última gran ruptura dentro de la historia estética de la Semana Santa de Sevilla. J. M. Espino

El paso de los Negritos

Juan Miguel Sánchez no renunció a su particular estética al abordar el diseño del palio de Nuestra Señora de los Ángeles, de la histórica cofradía sevillana de los Negritos. Si el bordador Juan Miguel Rodríguez Ojeda -apoyado en el Regionalismo- había fundado un nuevo canon ornamental partiendo de su cofradía de la Macarena, en los años 60 se van a pulverizar de forma puntual estos parámetros con la creación de ese conjunto de paso que bebía de fuentes anteriores. Según ha explicado el historiador y pintor Juan Fernández Lacomba, “este paso bebe de la estética de los años 20 y 30 y aunque se estrenó en los 60 ya estaba diseñado desde antes”. Lacomba refiere que “Juan Miguel Sánchez procedía del Art-decó y el paso es una obra tardía orientalizante y con un sentido muy decorativista”.

El tiempo lo ha terminado convirtiendo en un clásico de las tardes del Jueves Santo sevillano pero no ha tenido una continuidad dentro de unas creaciones que mantienen unos parámetros que, en demasiadas ocasiones, repiten hasta la saciedad espejos estandarizados por las cofradías de modelo estético más poderoso. Ésa es fue última gran ruptura en la Semana Santa de Sevilla aunque nos vuelve a llevar -con un lenguaje distinto- a aquellos años fecundos que rodearon la exposición de 1929 transformando para siempre el arte y la estética de las cofradías.