El capataz del misterio de la Hermandad de Bellavista, del de los Panaderos y del Señor de la Salud, entre otros, ha contado a El Correo de Andalucía como ha vivido este año de pandemia y como ha afectado esta a la función de estar al frente de un martillo, al igual que en su ámbito más personal.
D. Juan Manuel Martín Núñez, o mejor conocido como ‘Juanma’ por todos los que han tenido la suerte de tratar con él, ha pasado unos meses bastante duros por culpa de la situación de crisis sanitaria que atravesamos. En el ámbito cofrade, su autoestima se medía por picos, habiendo “días en los que no sé si estoy en Cuaresma, otros en los que te entra ese mono de Semana Santa que vienen seguidos de días de bajón en los que añoras el trato con tu cuadrilla y los actos de tu hermandad”, asegura. Aunque también se pueden sacar cosas buenas, como el poder haber pasado más tiempo con su familia en los meses de confinamiento, obviamente sin olvidarse de toda la gente que se ha quedado en el camino, además de todas las desgracias económicas que se están dando.
Todo cofrade que se precie sintió una enorme pena cuando se cancelaron los desfiles procesionales de la Semana Santa de 2020. A pesar de ser un secreto a voces, nadie era consciente de lo que eso iba a suponer. Nuestro entrevistado admite que se fue enterando paulatinamente cuando comenzaron a aparecer noticias sobre las cancelaciones de ensayos y demás actos, “ahí es cuando empiezas a ver la dura realidad”, asegura Juanma. Lo compara con “una de esas pesadillas que tiene un cofrade, pero realmente estaba ocurriendo. Lo peor llegó en los días de salida, cuando nosotros mismos nos martirizábamos en casa poniéndonos vídeos, quemábamos incienso, teníamos la bandejita de torrijas y pestiños...”, y esto sirvió para que lo que pasase por su cabeza fuese aquello de “es que me estoy machacando yo mismo”, se sincera el capataz.
“Más que ponerse el costal y meterse debajo, creo que lo que más añoramos es el estar juntos y tener esa convivencia con los tuyos”
El ver un palio de vuelta, un capirote, las manchas de cera en el pavimento, escuchar el solo de una corneta tras un misterio, son cosas que la pandemia nos ha arrebatado, al igual que “el abrazo de tu gente y el amor y cariño de tus hermanos”, como asegura Juanma que, para él, ha sido lo que más ha echado de menos en este largo año de crisis sanitaria. “Al final, quitando el confinamiento, a tus imágenes si vas a rezarle, pero es esa convivencia que tú haces la que más de menos echas. Hay mucha gente que contamos primaveras, no contamos años”. Por suerte, los actos y cultos de nuestras hermandades siguen adelante en la medida de lo posible, y “más que ponerse el costal y meterse debajo, creo que lo que más añoramos es el estar juntos y tener esa convivencia con los tuyos. Eso no quita que le tengamos unas ganas tremendas al palo, al olor y al crujir de la madera, a andar una marcha...”, asegura Juanma.
Una de las dudas que les han surgido a los cofrades es si el mundo del costal tendrá que adaptarse a las próximas Semanas Santas, ya que, en su día, salieron iniciativas, no muy convincentes, como sacar los pasos sobre ruedas o incluso reducir el número de costaleros, pero nuestro entrevistado espera que cuando se puedan retomar los ensayos sean con riesgo cero de contagio, para poder desempeñar la función sin ninguna preocupación sanitaria. Además, dice con firmeza que “Si no fuese así, lo vería un poco absurdo, porque estaríamos jugando con la salud pública”.
A pesar de que la vuelta a las trabajaderas sea una auténtica incertidumbre, Juanma Martín argumenta que la preparación y el cuidado del costalero debe seguir adelante: “al que le guste correr debe seguir corriendo, al que practique deporte debe seguir haciendo deporte, el que trabaje en una obra debe seguir levantando kilos en el trabajo de construcción y el que va al gimnasio para prepararse físicamente debe seguir igual”. Aún así, es consciente de que, tras esta larga temporada sin ejercer el oficio, los cuerpos de los costaleros pueden resentirse los dos o tres primeros días, “y para eso debe estar la figura del capataz para saber qué tipo de ‘pretemporada’ debe hacer y cómo debe ir evolucionando la vuelta de la cuadrilla a los ensayos, para así ir adaptando poco a poco al costalero”.
El tan ansiado retorno a los ensayos será algo diferente a lo que estamos acostumbrados en cada Cuaresma. Juan Manuel explica que “se debe cuidar mucho el tacto en los primeros ensayos, sobre todo, y se debe procurar que sean más como una toma de contacto”. Entre otros pasos a seguir, indica que las chicotás no deben alargarse en exceso, y en ellas “hay que andarle sin tonterías para que se vayan adaptando poco a poco para que, cuando ya la gente esté un poquito rodada, empezar enserio”. Con todo ello, nuestro capataz augura que la ‘vuelta al trabajo’ sea para 2022, además de esperar que se pueda llevar a cabo de una forma segura y sin riesgo alguno, “pienso que es lo que deseamos todos”, comenta.
Uno de los momentos en los que más destaca un capataz es aquel en el que llama a sus costaleros para levantar el paso. Juanma asegura que “La primera levantá irá por tantas personas que se han quedado en el camino. Se la debemos a ellos a forma de homenaje, una fuerte al cielo, y al cielo va por nuestros difuntos”. Después de ello, un buen capataz debe ser capaz de ponerse al frente de un paso y saber levantar el ánimo a sus hombres cuando las fuerzas fallan, y si hay algún especialista en ello, es nuestro entrevistado. Debe ser poca la gente a la que no se le levante el bello al escuchar como alienta a los costaleros del Señor de la Salud, a los de Bellavista o a los de Los Panaderos.
“Con mi voz, intento alentarlo, ayudarlo e intento que se reponga, diciéndole cosas que ‘le toquen la fibra’ para que se venga arriba”
Él asume que es “consciente a posteriori cuando te llegan los mensajes de conocidos y ves algunas publicaciones en las que la gente lo comenta, pero yo no lo hago para vanagloria personal, ni por protagonismo, el protagonista es el de arriba”. Argumenta que “el grupo de personas que va debajo es como si fuera mi familia, yo vengo también de las trabajaderas y sé lo que se pasa ahí, entonces si yo noto que está pasando fatiga un costalero mío, que es un amigo mío, un compañero y un hermano mío, yo intento ayudarlo”, asegura el capataz. Al no poder meterse debajo del paso y tirar de los kilos para arriba, la única forma que tiene de alentarlos es a través de la palabra: “con mi voz, intento alentarlo, ayudarlo e intento que se reponga, diciéndole cosas que ‘le toquen la fibra’ para que se venga arriba”, afirma Juanma.
Juan Manuel Martín hace la comparación con un entrenador de fútbol que pone a botar a sus jugadores antes de salir a al césped, ya que “lo que busco es motivarlos”. Un capataz es consciente de cómo va la cuadrilla “con tan solo el olor que desprende, el sonido de las levantás, y cuando estas son lentas y piensas ‘uf, van cargados de kilos’, además de cuando le preguntas a uno de los tuyos cómo va ahí debajo y, pese a que la respuesta sea positiva, denotas que las fuerzas están fallando”. En ese momento es cuando uno debe acercarse al respiradero dándole la vuelta a prácticamente todo el paso, y en ella “cojo la mano a uno, le pego un pellizco a otro en la pierna, y le digo sus cuatro cosas al otro y se vienen arriba”, afirma.
Estas expresiones que podemos escuchar decir a Juanma cada vez que se pone delante de un paso no las trae pensadas de casa: “Si las trajese pensadas no saldrían como salen. Son cosas que tú sueles tener en tu argot popular o de lo que leas o en lo que te inspires y demás, pero sí, suelen salir en el momento”. Con ello, se han llegado a dar circunstancias que nuestro entrevistado recuerda con cariño: “Hay veces que no sé lo que he dicho, hubo una vez que vino un auxiliar y me preguntó ‘¿Qué has dicho del caliche de las paredes?’ y mi respuesta fue ‘Ni idea, ¿he dicho un disparate?’, pero luego me dijo que no, que al revés, había quedado muy bonito”. Con esta breve anécdota, Juanma intenta hacer ver que son cosas que salen en el momento “como el baile, si no estás inspirado suena mal, suena a descompás”. Argumenta incluso que se asemeja a como cuando le sueltas un piropo a alguien, que es algo que te sale del corazón, teniendo mucho que ver “el momento en el que se esté, la música, el sitio, la cara del Señor o de la Virgen... pero no, no son preparadas, si lo fuesen pienso que no gustarían tanto, ni llegarían donde tienen que llegar”.