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Actualizado: 08 sep 2017 / 23:52 h.
  • Un niño exhibe un conjunto de pulseras de distintas hermandades en su muñeca. / Jesús Barrera
    Un niño exhibe un conjunto de pulseras de distintas hermandades en su muñeca. / Jesús Barrera

El concepto de hermandad tiene varios niveles de lectura en Sevilla. Está el clásico, el cabal, el oficial por así decirlo, que es el que agrupa a los miembros de una misma corporación cofradiera en el culto a sus titulares y otras actividades propias. Los hermanos de una cofradía se identifican entre sí mismos y ante los demás luciendo al cuello su medalla, con la que concurren y participan en los actos solemnes y, naturalmente, en la estación de penitencia. Pero, a la par, hay otro sentimiento complementario de este, otra fraternidad distinta, más amplia y más indefinida, entre quienes comparten la emoción de la Semana Santa de Sevilla. Pueden ser de cofradías distintas, o incluso no pertenecer a ninguna o a varias; puede tratarse de gente de Sevilla y hasta de fuera. Pero todos se sienten hermanados en una vivencia colectiva y concernidos por ella. Y como es natural, también para este inmenso colectivo hay elementos de identificación. Eso sí, acordes con los tiempos. Si antiguamente las solapas de las chaquetas aparecían repletas de lazos de hermandades, condecoraciones concedidas por el hecho de ir a visitarlas en sus templos por las mañanas, ahora están también las pulseras de tela. Cualquiera que se asome por las tiendas de las cofradías comprobará que, junto con todo el merchansdising tradicional, las estampitas, los pastilleros, los llaveros y las medallas, están estas curiosas tiras de tela que en algunos casos llevan simplemente un nombre de Cristo o de Virgen y en otros se sofistican con diseños coloridos, rayas, lunares e incluso colgantes plateados: unas alpargatas, un llamador, una corneta, un capirote... Algunos las llevan solo en Semana Santa, pero muchos las tienen todo el año en la muñeca, como recordatorio y testimonio de esa hermandad colectiva.