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Actualizado: 20 may 2019 / 08:42 h.
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  • 10 para el hospital de Bormujos

Una coordinadora de enfermeras del Hospital San Juan de Dios de Bormujos llamó oficialmente por teléfono a mi casa y le preguntó a mi señora qué tal se encontraba de una operación de esas que te hacen por la mañana y por la tarde te mandan a casa. Magnífico detalle profesional y humano.

Ya digo, no era una llamada de amiga ni de conocida, era una llamada de una profesional que, siguiendo una política sanitaria, cumplía con su deber llevando a cabo un seguimiento de una intervención quirúrgica menor pero que, sin embargo, hay que vigilar.

El hospital de Bormujos lleva tiempo llamando positivamente mi atención porque allí he llevado a mi señora y a mi hija y, hasta ahora, han recibido una atención de alta calidad, en lo profesional y en lo humano. Hay mucho personal sanitario joven y femenino. Las mujeres sanitarias –médicas, enfermeras y auxiliares, sobre todo- son admirables, con qué sensibilidad y competencia ejercen su cometido. No sé si se debe tanto a su capacidad como a que se sienten obligadas a demostrar que valen por ser mujeres –algo que para mí no es necesario que hagan- pero, por favor, sea lo que sea, que no cambien, que no se dejen llevar por el peor de los males de una profesión: la rutina. Eso es asunto de ellas y de todos, empezando por la Administración y terminando por los pacientes.

La sanidad, la docencia, la investigación, el periodismo, profesiones hermosas e imprescindibles que necesitan mucha vocación, que no están pagadas con nada salvo con el cariño de la gente porque el aspecto económico nunca es suficiente, cuántas tareas desarrollan los protagonistas de estas profesiones conscientes de que nunca se van a traducir en dinero.

Supongo que detrás de la llamada telefónica de esa coordinadora de enfermeras del Hospital San Juan de Dios en Bormujos subyace una política sanitaria y de gestión. Pero, de todas formas, aunque las ocupaciones sean muchas, resulta algo verdaderamente crucial tomar el teléfono y preguntarle al paciente cómo ha pasado la noche, que ya está bien de tanta medicina con profesionales ocultos tras una pantalla de ordenador recetando análisis, radiografías y ecografías.

Nunca olvidaré a mi médico de familia, siendo niño y adolescente, don Antonio Martínez, consultas en calle Monsalves y en calle Cardenal Spínola, en el centro de Sevilla. Su palmadita en la espalda, su “eso no es nada” tal vez sea menos científico y más arriesgado pero valía por cien análisis y doscientos tratamientos. Pues ahora, la llamada de la enfermera es la mejor forma de decir que alguien utiliza bien tus impuestos y con detalles como esos el gobierno o la Administración que estén detrás tienen asegurado en gran medida el apoyo de los contribuyentes, eso que se ahorran en publicidad, carteles y propaganda electoral.

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