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Actualizado: 24 sep 2021 / 04:00 h.
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  • Canalejas de Puerto Real.
    Canalejas de Puerto Real.

La historia del cante flamenco está llena de lamentables olvidos. El cantaor Canalejas de Puerto Real es uno de tantos. Nacido en la ciudad gaditana que le dio remoquete artístico –en el Callejón del Obispo, en 1905–, Juan Pérez Sánchez fue antes que cantaor de postín mariscador y carpintero de ribera, o sea, constructor de barcas. Como su ciudad natal era de tradición flamenca y, encima, descendía de los Paquiquis de Jerez, gitanos y flamencos, le salió lo del cante como una flor en la garganta y ya no quiso ser otra cosa que cantaor.

Con 14 años conoció a don Antonio Chacón y Manuel Torres en San Fernando, les cantó, le dieron un buen regalo económico –dicen que Chacón, porque el Torres andaba siempre tieso–, y el puñado de duros lo terminó de animar. Se fue de polizón a Barcelona a vivir del cante, en los años veinte, y un tal Rafael Cabeza lo ayudó a triunfar con sus fandanguillos de la época, cantiñas de su tierra y cuplés por bulerías. Le decían Canalejas por el político y su nombre artístico empezó a entrar en los mejores carteles de las Ópera Flamenca junto a la Niña de los Peines, Manuel Vallejo, Pepe Marchena y Juanito Valderrama.

Tenía una voz de oro, un sello único y sentido del compás. Pero también un problema con el que tuvo que lidiar: su voz era aniñada y tenía cuerpo de oso, y eso les chocaba a los críticos. Canalejas medía 1, 82, excesivamente largo para la época. Era un hombre guapo y elegante, un comilón empedernido y con un carácter que no admitía bromas. Era, como Tomás Pavón, de moco pavo. Pero uno de los cantaores más singulares y largos de su tiempo, que inmortalizó piezas como Rocío, Mari Cruz o La Gallina Papanatas, entre otras.

Tan bueno era don Juan que se hizo figura en una época preñada de grandes genios del cante. Y así y todo, lo logró. Vivió dos o tres épocas diferentes, desde los cafés cantantes al teatro y desde las plazas de toros al tablao. Incluso pilló la de los festivales y concursos nacionales, con premios en La Unión, Linares y Córdoba. Todo un artista, que nos dejó joyas jondas en una extensa y desconocida discografía, quizá no suficientemente ponderada por la crítica o la flamencología patria.

En lo personal, Canalejas fue republicano e incluso estuvo encarcelado por sus ideas políticas. La Guerra Civil le cogió en Jaén y se quedó en esa ciudad, casándose con una jienense de buena posición social y económica, Concepción Mesa Galán, con la que tuvo tres hijos en esa ciudad. Cuando más feliz estaba, con su cante, una empresa de taxis y una economía saneada, sufrió un infarto cerebral a la edad de 61 años, en 1966, cuando el cante empezaba a ser valorado de nuevo en España.

Ahí acabó la historia del gran Canalejas de Puerto Real, al que una vez acabada la guerra le preguntó Tico Medina que por qué se quedó en Jaén y no regresó a su tierra. A lo que contestó el maestro: “Porque en mi tierra fríen los huevos con brillantina, y en Jaén, con aceite de oliva”. Encima, estaba sembrado.

Será un honor clausurar esta noche la Semana Flamenca de la Peña de Jaén contando cosas de su vida y su obra, con la colaboración de la cantaora gaditana Carmen de la Jara y el guitarrista sevillano Antonio Carrión. Un honor, sin duda. Para cuando vienen las fatigas dobles.

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