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Actualizado: 18 feb 2020 / 23:53 h.
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  • Abascal, el más visto

Cuando en TV entrevistan a varios líderes políticos, Santiago Abascal, el cabeza más visible de Vox, se lleva la palma de la audiencia. Pasó hace poco en TVE y antes en La Sexta. ¿Por qué? Porque Abascal se salta la norma del discurso que llevamos escuchando desde hace decenios, el discurso supuestamente moderno que no acaba de rematar la faena: sembrar ilusión en la gente y darle puestos de trabajo y bienestar a la población que se ve inundada de inmigrantes y de lobbies de poder feministas y gays que lo invaden todo con otra ortodoxia opresora con el que simplemente dude, matice o disienta.

Esta es la realidad, de lo contrario la derecha más conservadora no tendría nada que hacer. A la extrema derecha no le gusta que la llamen extrema derecha ni fascista pero es que simpatiza con personas e ideas que proceden de ahí pero eso a mí me importa poco ahora, lo que me interesa más es que si tú no le das a una población occidental seguridad económica y seguridad vamos a llamarla espiritual, ya puedes parlotear en clave “progresista” todo lo que quieras que la derecha más firme en sus convicciones seguirá ganando adeptos, yo no soy partidario de ella por razones meramente intelectuales pero comprendo por esas mismas razones a las personas que se dejan seducir.

Luego, cuando lleguen las elecciones, al votante que quiera inclinarse por Vox le puede entrar en canguelo de turno y no votarlo, pero la subida del partido habrá seguido. Salvini les dijo a los italianos el otro día sus verdades y eso a muchos italianos les gusta. Unos, los progresistas, quieren inmigrantes y aborto libre. Otros, los ultraconservadores, desean un control de la inmigración y no están a favor de ese tipo de aborto. Bueno, pues eso atrae a amplios segmentos de personas porque lo que tal vez esperen los ciudadanos es que los progresistas les digan que tranquilos, que no van a tener que abortar porque ellos les van a proporcionar unos buenos poderes adquisitivos y unos puestos de trabajo para toda la vida y que los inmigrantes y los productos de países como Marruecos no van a entrar así como así en España en perjuicio de los nuestros, lo cual es una señal de desprecio al sudor del trabajo de los que nacieron, crecieron y trabajan en España.

Pero no, todo son cantos de sirena y discursos progres viejos y sin sustancia que de tanto repetirlos se convierten en una verdad. Sin embargo, la gente siente y ve que se trata sólo de palabras que lleva escuchando una eternidad. Entonces llega a la TV el Abascal de turno y se lleva de calle a la audiencia que está buscando algo con lo que poder existir y ese algo se llama ilusión. He ahí la obligación del político: primero, sembrar ilusión en el caos y, segundo, convertirla en realidad que eso ya es otra cosa.

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