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Actualizado: 15 mar 2018 / 09:45 h.
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  • Agua para los calvos

Está lloviendo tanto y tan bien que están los campos de Mairena del Alcor como estaban los de Palomares del Río hace medio siglo: embarrados. En invierno no podíamos jugar al fútbol porque el campo era una tierra arada y el barro duraba medio año. Había lagunas con ranas como conejos y hasta caimanes con los ojos azules, que los vi yo una mañana de niebla espesa. Los niños hacíamos balsas con paneles de corcho y jugábamos a ser piratas de Cuatro Vientos, y los vencejos amerizaban a la caída de la tarde para dar buena cuenta de los mosquitos y renacuajos distraídos. Ver llover entre los olivos es uno de los mayores espectáculos de los que podemos disfrutar en el campo. Es cierto que nunca llueve a gusto de todos y que si sigue lloviendo así los garbanzos no habrá que echarlos en agua antes de poner un potaje. Pero hacía tanta falta el agua que ojalá siguiera lloviendo aunque tuviéramos que ir con botas de goma al Mercadona. Luego que venga el sol y ponga nuestros campos tan verdes que lleguen a vernos pájaros de medio mundo y parte del otro.

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