Image
Actualizado: 22 ene 2021 / 07:50 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
  • María José López / Europa Press
    María José López / Europa Press

Creo que cuando se oía el Resistiré en los balcones, hace ahora casi un año, nadie pensaba que resistiríamos tanto, que aguantaríamos una ola y otra y otra hasta que la marea de sinvergüenzas nos hubiera inundado por completo, dándoselas además de graciosos, mientras la ola de resaca deja un reguero de muertos imposible ya de solucionar. Lo insoportable es ese discurso impostado que nos victimiza y responsabiliza al mismo tiempo, propio de gente que ha venido haciendo lo que le ha dado la real gana y cree que todo el mundo ha hecho lo mismo, o necesita creerlo y se esfuerza por creerlo porque el peso de la mala conciencia es también una cuestión de equilibrio.

Ahora nos toca aguantar, a falta de resistencia. Porque no es lo mismo resistir, un verbo de actitud verdaderamente asertiva, que aguantar, que es un verbo resignado. Tenemos que aguantar que el consejero de Salud monte el numerito con el culillo de las vacunas mientras otros más listos aún apuran las que hay pinchándoselas a morrillo cuando no les toca. Tenemos que aguantar que el ministro de Sanidad se quite el traje, corriendo, para disfrazarse de candidato en Cataluña, que es lo que le importa ahora. Y a los demás que nos den, aguantadores de pura cepa, soportadores de peso pesado que no contestamos por no discutir, y entonces aguatamos que se nos diga todo el rato que tenemos lo que nos merecemos, que nos vamos a meter todos, porque quien más y quien menos, porque todo el mundo, porque somos muy malos, porque ya se sabe, porque no aprendemos. Mientras a uno se le queda cara de tonto sin que lo sea, y conserve esa cara no para resistir nada, sino para aguantarlo todo, ahora que parecen haber descubierto los resistentes que al menos los muertos ya no protestan más.

ETIQUETAS ►