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Actualizado: 14 dic 2018 / 17:47 h.
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En cualquier sistema democrático, la alternancia en el ejercicio del poder es condición necesaria pero no suficiente para que los relevos aporten mejoras en la gobernanza. Alternancia ha de ser sinónimo de alternativa, y no encarnar el célebre adagio del príncipe Salina en la novela 'El Gatopardo': “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

En Andalucía, por vez primera ningún partido es capaz de recabar al menos el 30% de votos de la población que acude a las urnas, lo que supone solo ser respaldado por el 15% de los adultos mayores de 18 años. Y cualquier combinación para conformar la mayoría parlamentaria que sustente un gobierno autonómico encabezado por el PSOE o por el PP necesita involucrar a tres partidos, acordando pactos por activa o por pasiva. Se está librando un pulso con más opciones para el cambio que para la continuidad. Pero lo que más debe cambiar en Andalucía, sean quienes sean los partidos coaligados, es incrementar notablemente la meritocracia en el organigrama de cualquier institución pública regional, provincial o local: gobierno, consejería, empresa, fundación, corporación, consorcio, universidad, centro de investigación, comité organizador, comisión evaluadora, plataforma, evento,...

Ningún partido está hablando de meritocracia para plantear los pactos y las políticas que saquen a Andalucía de los últimos puestos españoles y europeos del 'ranking' de la prosperidad. Porque todos los partidos padecen esa carencia en su organización interna. De sus pecados capitales, el primero se llama capital humano. Y no es por falta de talento y capacitación en la sociedad andaluza, de la que forman parte miles y miles de personas de mérito, los hay con gran bagaje de habilidades y experiencias en sus respectivos ámbitos: empresarial, profesional, social, científico, médico, medioambiental, cultural,...

Alternancia ya ha habido en Andalucía durante el periodo 1979-2018 en los ayuntamientos de grandes capitales, como Sevilla, Málaga, Granada, Córdoba,... y en ciudades como Jerez, Algeciras, Marbella,... Ante el tira y afloja sobre quién va a llevar las riendas de la Administración autonómica, donde no ha existido traspaso de poderes desde que fue fundada, y en una región cuya mayor empresa empleadora (por nóminas y por trabajos contratados) se llama Junta de Andalucía, la sociedad andaluza se divide estos días en cuatro sectores: quienes ansían que “los suyos” sigan porque las opciones de mantener sus ingresos a final de mes son incomparablemente superiores a tener que competir en el mercado laboral; quienes arden en deseos de consumar el “ahora le toca a los nuestros” para esos repartos de la tarta de los que llevan décadas quejándose; quienes solo tienen esperanza en un golpe de fortuna con la Lotería de Navidad, y quienes propugnan la meritocracia como la verdadera alternativa para gestionar mucho mejor el potencial de una sociedad que en todos los estudios demoscópicos señala mayoritariamente que quiere profundos cambios en Andalucía y considera que ningún partido los está encauzando.

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