Comenzamos la temporada galerística desde este espacio digital, con sendas exposiciones: la de Ana Barriga en Birimbao y la colectiva que homenajea a Joseph Cornell, en Félix Gómez.
Recorriendo los lienzos que presenta ahora Ana Barriga (Jerez de la F. 1987), comprobamos cómo vuelve a las indagaciones desde sus inicios, siendo esta una vuelta de tuerca más: afianzada, segura de sí misma, de la sugestión que deparan sus potentes (en su código diría “potentorras”) imágenes, que “pretenden” desbordar los límites del cuadro desde dentro hacia afuera -también lateralmente- semejando ser tridimensionales, porque en mi opinión -y maestros “hailos” que opinarían otras cosas- lo que prevalece es el volumen, la rotundidad, el “machaque” que supone insistir una y otra vez en el mismo fragmento hasta alcanzar la sensación de relieve -volumetría o planimetría según se mire- hasta llegar a donde ella quiere y para la cual debe establecer diferentes planos de intensidad por una parte matérica y por supuesto disponerlas en unas graduaciones de sucesivas capas de color, líneas aplicadas en todas las direcciones del espacio (verticales, horizontales, curvas, contracurvas, o lo que es lo mismo el pincel desde arriba o desde abajo, etc.), y una serie de tratamientos que se basan en la adición, sustracción, raspaduras, superposiciones de materiales o pigmentos, restregamientos con más o menos pasta -diluida o no- y sobre todo en la mezcla de todo: de técnicas, materiales, colores, formas,... en la que cabe todo desde el óleo al spray sin que por ello caiga en el caos, sino en una figuración que ha sabido interpretar los códigos de occidente y de oriente devenidos de la cultura del pop, de los mangas, animes, ilustración generacional que ella reinterpreta y amplía hasta llegar a los grandes formatos.
Su pintura atrae por el efectismo y la complejidad, por ese cruce entre los lenguajes que extrae de estilos del pasado occidental como el barroco -sus obras lo son y cómo-, por el detallismo amplificado de elementos, por las tendencias decimonónicas que han tenido en cuenta el post y el impresionismo, el puntillismo, fauvismo, determinadas sugerencias surrealistas, ...y ¿por qué no? también devenidas de lo kischt.
Pintura culta y gamberra a la vez empezando por el título de la muestra: “Charleston, lambada y perreo” y siguiendo por los títulos de las obras, que establecen una especie de código que nos permite sospechar por donde va, al tiempo que pueden ser dicotomías entre la imagen y ese significado que habrá alguien que quiera conocerlo y que personalmente, prefiero dejar sin descubrir. Las visitas comentadas a cargo de la también pintora y profesora de la Facultad de Bellas Artes Mar García Ranedo, de alumnos/-as y de la misma autora, la dejamos en el enigma para que quien los vea, los interprete a su modo.
Buda, la V. de Fátima, el gato de la suerte, el bodegonismo “hortera” pintado exprofeso, el graffitismo, la pintura urbana, forman parte de esos aparentes juegos burlescos y satíricos que parten de un mundo donde nos orientalizamos al tiempo que los asiáticos, se occidentalizan. Simbiosis de muchas cosas pues, en esa mezcla de todo, que funciona tanto en los grandes como en sus pequeños formatos.