Era sábado por la mañana temprano y un zumbido, me despertó. No, no era el despertador sino una abeja que se había colado por la ventana del dormitorio. Con un aire entre despistado y enfadado, se puso a sobrevolar la habitación de un lado para otro, acercándose peligrosamente al cabecero... Me levanté de un salto de la cama, lo sé... Era una abeja, no un dragón, pero al ser alérgica, me dió cierto respeto. Al ponerme de pie, la abeja comenzó a seguirme, abrí de par en par la ventana del dormitorio y la puerta de la terraza; al principio parecía rehacia a marcharse pero finalmente, aceptó la salida que le brindé y, tal como vino, desapareció por la ventana del dormitorio.
Este episodio con la abeja avivó la llama de mi reflexión interior porque, pensándolo bien, también hay "personas abeja" o mejor dicho, "personejas". Suena despectivo, ¿verdad? lo es, tanto como sus pretensiones... Y te preguntarás: ¿y qué tienen que ver las abejas con las personejas? (además de compartir el nombre) espera y verás que ahora viene lo bueno... Probablemente hayas experimentado alguna vez el desagradable picotazo de una abeja, te arman un buen estropicio: dolor, hinchazón, una estupenda roncha, rojo vivo, como recuerdo de la hazaña... Pero, afortunadamente, sólo pueden picarte una vez, pues en el momento que entierran el aguijón, ya no lo pueden sacar y esto finalmente les provoca la muerte; pues bien, las "personejas", al igual que estos zumbantes insectos, también cuentan con "aguijón" (el aguijón de los insultos, el aguijón del maltrato -ya sea físico o psicológico-, el aguijón de las humillaciones, el aguijón de los hechos deleznables, el de la mentira, el de las malas intenciones, el de la venganza, el de los engaños...) y al igual que las abejas, una vez que lo clavan, una parte importante de ellos, muere... (aunque no se lo crean).