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Actualizado: 01 ago 2021 / 09:00 h.
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  • El cantaor Juan Talega. / El Correo
    El cantaor Juan Talega. / El Correo

Tal día como hoy pero de hace cincuenta años recibían sepultura los restos del cantaor de Dos Hermanas Juan Talega, uno de mis cantaores de cabecera. Era sobrino carnal del célebre cantaor alcalareño Joaquín el de la Paula, hijo de su hermano Agustín Talega, de ahí lo del remoquete de nuestro cantaor. Juan Fernández Vargas, que así se llamó, nació en Dos Hermanas en 1891, el mismo año que Manuel Vallejo. Nunca fue un cantaor profesional de fama hasta que no lo conoció Antonio Mairena, su mentor. No es que no cantara, porque lo hacía desde niño, pero no de manera profesional. Era tratante de ganado y a veces cantaba en reuniones, pero huyó siempre de las bambalinas o cafés cantantes. Su voz, bronca y nada comercial, nunca hubiera triunfado en el teatro y mucho menos en la etapa de la Ópera Flamenca. Pero cuando comenzó a tratarlo Antonio Mairena, ya sesentón, empezaban los festivales de verano, como el Potaje o la Caracolá de Lebrija, y en este tipo de espectáculos sí tenía cabida.

Mairena necesitaba a un cantaor gitano, como él, que lo ensalzara y avalara y prácticamente lo adoptó. En los cincuenta y los sesenta era normal ver siempre a Mairena con Juan Talega y Tomás Torres, el hijo cantaor de Manuel Torres y La Gamba. Cuando grababa un disco los solía meter en el estudio para que lo elogiaran en plena grabación. Fue la manera que tuvo Mairena de hacerse una figura indiscutible. Juan Talega, además, le enseñó muchos de los cantes que el gran maestro mairenero sacó del olvido, estilos casi perdidos de la escuela gitana bajoandaluza que el viejo gitano había escuchado a sus antepasados. Sobre todo a su padre y a su tío Joaquín. A cambio, Mairena lo metía en fiestas, festivales y discos. Sin embargo, alguna vez comentó que era un poco cicatero con él. El cantaor Miguel Vargas me contó un día en Marchena que Juan Talega le dijo: “¿No ves todo lo que le he enseñao a Mairena? Pues no me ha comprao ni un traje”.

Es solo una anécdota, aunque significativa. Pero lo cierto es que sin Mairena, el famoso Talega no hubiera salido de las reuniones y no habría sido referencia para el mairenero y para otros cantaores como Perrate de Utrera, José Menese o Racapino, por citar solo a estos tres artistas. Casi no podría entenderse el cante por soleá, las seguiriyas o las tonás sin Juan Talega. Era, por tanto, un cantaor de culto, una voz única, como venida del fondo de la tierra. Cincuenta años hace que murió y aún vive en el recuerdo de los grandes aficionados y el repertorio de los profesionales del cante. Será imposible que caiga en el olvido un cantaor que hizo como nadie la soleá de Alcalá, con letras que nos partían el alma:

A quién le voy a contá yo

las penas que estoy pasando.

Se las voy a contá a la tierra

cuando me estén enterrando.

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