Actualizado: 19 may 2018 / 19:14 h.
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En el texto de Hechos, Lucas presenta de modo magistral la transición del ministerio terreno de Jesús al tiempo de la Iglesia. Se abre con un brevísimo sumario que abarca la Pasión y las apariciones, y da pie a introducir la última encomienda de Jesús a sus apóstoles articulada en cuatro instrucciones. En la primera de ellas, tiene que explicitar definitivamente las implicaciones que tiene el reino (objeto de su predicación) a la luz de la resurrección. La segunda convierte a Jerusalén, la ciudad santa, en el punto focal desde el que va a ser irradiada la predicación. La tercera aclara que los Doce van a ser “revestidos de fuerza” (Lc 24,29) mediante el bautismo “con el Espíritu Santo”.

El Espíritu será el poder dado a los discípulos, el principio vital de su existencia como cristianos y de su función como testigos de la nueva fase de la historia de la salvación. La última instrucción explicita la misión que Cristo encomienda a sus apóstoles: ser testigos suyos como resucitado, fijando como radio de acción de la propagación de la palabra de Dios los confines de la tierra, tal como hace también el final largo de Marcos (Mc 16,15). El relato termina con una descripción de la exaltación de Cristo que usa elementos de la apocalíptica para presentar de forma visible la partida de Jesús de entre los suyos. No obstante, se subraya la percepción sensible por parte de estos para marcar la certeza de tal exaltación, del mismo modo que las apariciones certifican la resurrección. El anuncio de la vuelta de Jesús acota la misión de la Iglesia entre la Ascensión y la Parusía e invita a los creyentes a asumir su rol misionero bajo la guía del Espíritu.