Image
Actualizado: 13 feb 2016 / 22:35 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado

Dícese de la capacidad de una persona para tomar decisiones sin intervención ajena y, me encanta el diccionario, el tiempo que un dispositivo con una fuente de alimentación independiente puede mantenerse en activo hasta el agotamiento de dicha fuente. Hay que ver cómo la RAE se permite redundancias con bastante galanura.

Libertad, amnistía y estatuto de autonomía fue un grito recurrente de la Transición, preciso: de aquellos que desde el antifranquismo reivindicaron la democracia y aquellos que desde dentro del régimen caduco la asumieron como inevitable. Pero no va de esa reivindicación de estado federal sino de la palabra y su nominativo. O sea de los autónomos que, si admitimos el significado de la palabra literalmente, deberían ser seres soberanos en la gestión de su trabajo y con mucha fuerza hasta que las pilas se les agotaran. Fantástico el meme de las redes que asegura que científicos investigan por qué los autónomos jamás se ponen enfermos.

Esta RAE no da más que alegrías, y risas. Le lees esta definición cualquiera de los jóvenes autónomos que en este preciso instante están trabajando para empresas y, o le entra la flojera cual bajona de Ketama o te mienta a la madre con muchísimo respeto.

Hubo un tiempo en que ser autónomo estaba ligado a las profesiones liberales, los freelance del periodismo por poner un caso, escritores, artistas, incluso arquitectos o abogados. De hecho, fue una manera de ordenar un poco el mundo laboral más allá de las nóminas, no solamente para que nadie se escapara de contribuir al Estado, sino precisamente para garantizar que ese Estado funcionara: asistencia social, escuelas , atención sanitaria. No voy a dar el nombre de una maravillosa escritora que falleció en los noventa arruinada por una larga enfermedad y sin una sola cobertura ni pensión que dejarle a sus hijos, vivían con lo puesto y al día, nada pedían y nada daban.

Hasta que llegó Borrell para cabreo de la gran Lola Flores y Pedro Ruiz que creían que lo de los impuestos no iba con ellos. Y no eran los únicos, desde toreros a comediantes o escultores, el artisteo lo más que hacía por un futuro incierto era comprar una casa o una esmeralda, que siempre se pueden empeñar o alquilar. Ya sé que el histórico es sabido pero es que el retrovisor está resultando más necesario que nunca, como ocurre en el coche, por cierto, con lo peligrosos que son los adelantamientos por la derecha si no los ves venir.

De los autónomos, los trabajadores, se ha hablado mucho en estas elecciones e incluso en las pasadas. Hasta en cumplimiento parcial de programa se ha aplicado alguna medida tibia como la reducción en la cuota en el primer año de cotización. Pero ni se soluciona el obligado adelanto del IVA aunque no hayan cobrado, ni se copian medidas de apoyo como las de Reino Unido sin ir más lejos. Los británicos pagan una cuota anual de sesenta libras pero, además, reciben ayudas para compra de vehículos o equipamiento según sectores. Son medidas que hacen atractivo darse de alta y no un calvario como lo percibimos aquí.

Aunque en el vórtice del desvalimiento están esos falsos autónomos que cumplen horarios y obligaciones con empresas que no les reconocen ni uno solo del os derechos. Es posible que en cifras sean una minoría tal como aseguró Rajoy en un programa de televisión pero qué curioso que ustedes y yo conozcamos tantos ¿verdad? Y que haya tan pocas inspecciones de trabajo.

La realidad es como las concertinas de Melilla. Os las quitas o las pones, el resto pura ojana.

Vaya a ser que con tan bella palabra, autonomía, estemos bendiciendo la precariedad y condenando tanto a emprendedores como a seudoasalariados y nos quedemos tan campantes. Porque al que le pasa seguro que no olvida.