Image
Actualizado: 26 jul 2022 / 11:20 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
  • Bonos y vacunas para compartir refrigeración y calefacción

Zoe ha pasado la noche con usted y conmigo. Y yo con estos pelos. Todos los vecinos y vecinas de Andalucía la Baja han notado la presencia de Zoe. A 33 grados durante la madrugada. Dos noches seguidas. En el teletrabajo, en el transporte público, en las tiendas, dicen que han sentido a Zoe en casa y en la calle, y se preparaban para una tercera noche de convivencia indeseada. La Fiscalía debe intervenir de oficio. Esto es un abuso. Zoe ha entrado en nuestras vidas como el nombre de la primera ola de calor con nombre. Y los expertos en clima de la estupenda iniciativa proMETEO nos alertan para que tomemos medidas con el fin de proteger nuestra salud. De entrada, nos piden que sepamos los nombres de las cuatro próximas oleadas de calor. Yago, Xenia, Wenceslao y Vega. A Zoe la mandé a paseo sin arbolado. Aún no sé cómo pararle los pies a Yago, ni si es tan felón como el que traiciona a Otelo cada vez que se representa el drama de Shakespeare o la ópera de Verdi. Y vaya papelón tendré que resolver cuando Wenceslao intente colarse por la ventana del patio comunitario como 'okupa' pregonado. A ver cómo se lo toma la Policía Local cuando les llame a las tantas y les solicite su mediación porque Wenceslao no me deja dormir diciendo que le toca salir en los mapas del tiempo y que no hay vuelta atrás.

A muchos investigadores del desequilibrio climático y de la contaminación ambiental les entran sudores fríos cuando imaginan el subidón en el consumo de energía para refrigerar viviendas si amplios sectores de la población de numerosas regiones del norte de España y del centro de Europa, donde casi no hay hogares con aparatos de aire acondicionado y además están concebidos para acumular calor en invierno con el fin de evitar la tiritona, decidieran comprarlos e instalarlos cuando los Zoe y los Yago prosigan su expansión geográfica y normalicen su presencia intimidatoria al borde de los 40 grados a la sombra. A la vez estamos inmersos en el debate sobre cómo reducir en los países de la Unión Europea el uso de electricidad, gas y petróleo cuando paulatinamente el sol abrevie su comparecencia en las diversas latitudes, tan contrapuestas como las del Cabo Norte ártico y el Cabo de Gata mediterráneo. Y a más de uno se le ha encendido en Bruselas la bombilla al conocer la decisión de los museos federales belgas cuando la ola de calor puso una pica en Flandes: acceso gratuito a todas las personas mayores de 65 años y a sus acompañantes para que aprovechen la refrigeración de sus estancias museísticas durante todo el tiempo que deseen protegerse de la soflama.

El criterio que ha impulsado a tal decisión a los responsables de los museos federales belgas es valorar que son instituciones al servicio de la ciudadanía no solo para socializar la cultura y la ciencia, su principal misión, sino también para atender otras necesidades, como puede ser proteger de una ola de calor a las personas más vulnerables. Si ampliamos la perspectiva para ponderar, desde puntos de vista complementarios, que hay gran número de edificios públicos y privados de actividad cultural (centros de arte, bibliotecas, salas de cine, etc.) para cuyo funcionamiento tienen encendida la refrigeración durante muchas horas de muchos días de muchos meses, y en la mayoría de los casos con pocas personas en su interior, conviene reorientar los incentivos en favor del sector cultural y del consumo cultural para amortizar el gasto en climatización. Compartir de día la cultura y el frescor.

Esta estrategia ha de comenzar con el fomento del uso de los medios de transporte público climatizados (autobuses urbanos, metropolitanos o provinciales, trenes de cercanías, tranvías y líneas de Metro) en paralelo a la revacunación y certificación sobre patologías víricas de transmisión respiratoria, como el covid y la gripe. Necesitamos recobrar mayores cotas de utilización de los vehículos compartidos. Durante el presente mes de julio, y en jornadas muy calurosas, me he movido por Sevilla más de una docena de veces con el bonobús de Tussam. Los tiempos de espera han sido brevísimos y la duración de los refrigerados trayectos ha sido muy satisfactoria, sobre todo a barrios donde en ciertos momentos del día se consume mucha energía y minutado en buscar aparcamiento en superficie cuando vas en coche.

Estamos en pleno auge de las aplicaciones móviles vinculadas a la geolocalización que sustentan numerosos servicios vinculados a compartir recursos y a la gestión de datos. Con procedimientos ágiles que acreditan la identidad, la ubicación, la duración, el desplazamiento, el pago, etc. Todo ello ha de dar pie a ampliarlo desde la perspectiva energética. En las app pueden sumarse puntos canjeables que redunden en bonificaciones para las personas que compartan movilidad y/o refrigeración en aras de economizar consumo de energía. La de los transportes públicos o la de los coches privados. La de los edificios públicos o la de las edificaciones privadas. No se sorprenda si en pleno agosto hay gobernantes que lanzan el globo sonda sobre lo conveniente que sería primar a los adultos y a los jóvenes que, con su correspondiente aplicación móvil para atestiguarlo y sumar puntos, optan por ver la televisión en pandilla, en lugar de contemplar, refrigerados/as en solitario, las telenovelas turcas, los partidos de fútbol de la Liga española o las series de los canales norteamericanos.

Váyase haciéndose a la idea. Para las próximas Navidades, las autoridades, en lugar de recomendar que las unidades familiares en la cena de Nochebuena se limiten a cuatro o cinco convivientes, pedirá que, en aras de la fraternidad y del ahorro energético, no sean menos de veinte o veinticinco. Y que se hagan un 'selfie' para acreditarlo, a cambio de un descuento en el recibo de la luz. El gremio de humoristas le sacará punta a tanta energía concentrada bajo el mismo techo. La risa es terapéutica y no genera combustión contaminante. Nunca está de más como contrapunto a la gravedad de una crisis climática y económica de nuestro modelo de consumo que no tiene ni pizca de gracia. Con Zoe y sin Zoe.

ETIQUETAS ►