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Actualizado: 28 sep 2021 / 19:07 h.
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  • Botellona, te veo y tienes muy mala pinta

El auge de la botellona en ciudades de España es más intenso que el de la inflación en los precios de la luz, de los alimentos, de los contenedores de mercancías y de los microchips para automóviles. Botellonas retadoras que, irresponsablemente, se mean en el riesgo de contagio del covid. Botellonas que profanan el espíritu de los campus universitarios y emporqueran la autoestima social. Me han recordado lo que me dijo en Sevilla hace 12 años un padre de familia, cuando, inmersos en la anterior crisis económica, rebrotaban las botellonas de alta velocidad: «¿Por qué no nos manifestamos para replantearnos cómo educamos a nuestros hijos? ¿Y los jóvenes? Tenéis en vuestras manos revelaros. Aprovechar en positivo los Facebook y cualesquiera redes sociales, para movilizaros. ¡Jóvenes! Es hora de pediros a vosotros el cambio, es hora de poner en duda los roles que os hemos impuesto. Es hora de que todos gritemos juntos: «¡Vamos a cambiar!».

Botellona, te veo y tienes muy mala pinta. Antes y después de las movilizaciones del 15-M hace una década, seguimos instalados en la España del 50% de jóvenes en paro. Retroalimenta una de sus principales causas en la sobreabundancia de veinteañeros que tienen muchos títulos y diplomas pero no están preparados para ser competitivos y emprendedores en la globalizada sociedad actual. El mundo cambia muy rápido y sólo nos damos prisa en justificar el desahogo aborregado y adictivo. La mayor modernidad que ha de emerger es la del cambio individual de mentalidad y de actitud.

La próxima semana se cumple el décimo aniversario de la muerte de Steve Jobs, cofundador de Apple, visionario impulsor de los ordenadores Macintosh, y después de los dispositivos de bolsillo que marcaron tendencia, sobre todo el iPhone. Las próximas concentraciones multitudinarias con botellas de alcohol como equipaje de mano se convocarán y viralizarán con caros 'smartphones' que tienen un potencial de empoderamiento exponencialmente superior al que aportaban los de la era Jobs. Pero sus baterías no estarán cargadas para convertir el hastío en rebeldía con causa.

Los jóvenes de nuestros pueblos y ciudades que se resisten a ser parte de este horizonte también son menos visibles a la luz de la noche. Cuando están pegados al ordenador en sus habitaciones no es para entontecerse con memeces sino para liberarse e inventar soluciones que aplicar en el futuro. Cada telediario de fin de semana que hace balance de la nueva plusmarca alcanzada por la ola de botellonas me recuerda más la clarividencia de lo que me indicó el pasado mes de julio en Sevilla un estudiante universitario de 21 años que se emancipó a los 18 para ser autosuficiente trabajando como autónomo: “La falta de tiempo para hacer más es una excusa de los jóvenes instalados en su zona de confort”.

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