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Actualizado: 24 sep 2016 / 23:36 h.
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Empieza Tolstoi su Ana Karenina con una frase que se ha hecho célebre por descubrir una verdad universal: «Todas las familias dichosas se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera». Una verdad que vuelve a confirmarse a poco que se observe la situación en la que se encuentran los partidos políticos tras el fiasco de las elecciones de junio. La desdicha común de no encontrar la fórmula para investir a un presidente la está viviendo cada partido de muy diferente manera. Así, mientras alguno está a punto de estallar como una olla a presión, otro aprovecha las circunstancias para apretar las filas y hacer más líder aún al rey medio vivo medio muerto. Luego está aquel que intenta hacer de la desdicha virtud y se distrae con su propia catarsis de crecimiento y consolidación. Ahí andan enredados en si es mejor enseñar los dientes afilados o poner sonrisa profiden. Habría hasta un cuarto tipo, el partido que parece no querer dar muestras públicamente de infelicidad ni de preocupación ante lo empinado que empieza a resultarle el camino. Apoyado en el báculo de la razón de Estado, su líder va sorteando la pedregosa senda haciendo esfuerzos ímprobos para que no se aprecie su fatiga.

En fin, que Tolstoi el literato tenía más razón que Pascal el científico, ya que en política no funciona eso de los vasos comunicantes y por eso mismo la presión nunca se reparte por igual en el medio político por más que le apliquemos la misma fuerza. Con todo, y esto sea quizás lo más importante, aún está por demostrarse que el modo en que se viva la común desdicha influya decisivamente en lo que pueda ocurrir caso de que lleguemos a una tercera cita electoral. Salvo en un caso, como ahora veremos.

Porque en el caso del PSOE, es Pedro Sánchez el que ahora parece querer asaltar los cielos. Y como no tiene peldaños suficientes, de hecho parte desde muy abajo, necesita que algunos le presten escaleras. Pero claro, en política, que no es diferente a la vida, nadie da nada a cambio de nada. Y ahí empieza el caos y la desdicha, porque a poco que se ponga a sumar apoyos verá cómo lo que le piden unos y otros puede ser contradictorio entre sí o con lo que el propio PSOE postula y con otras cosas acaso más importantes. Pero, ¿y si por milagro nadie le pide nada y le sale gratis la investidura? Luego habría que gobernar, y con 85 fieles no tendría ni para sacar adelante una mísera ley sino es con el apoyo de los que le pusieron la escalera y se dedicaron a esperarlo cómodamente sentados. Tanto monta pues que los aprietos lleguen antes o después.

Si ante la desdicha de las circunstancias uno es capaz de pensar que no es para tanto, que los astros sonríen, entonces habrá que reconocer que Pedro Sánchez, a diferencia de todos los demás, es un cándido optimista, un superviviente ante la adversidad. Pero a ver dónde nos termina llevando.