Image
Actualizado: 15 ago 2021 / 04:00 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
  • Como agua para chocolate

Si hay algo que caracterizan estos tiempos convulsos de pandemias, incendios y hasta rendiciones como la de USA en Afganistán, es el afán por controlarlo todo.

Se comercializan seguros que cubren cualquier contingencia. Repasando los propios, hay uno que te anticipa capital si te da un infarto (qué espanto la pelea de herederos en la Sala de Espera) y, como sorprendente paradoja, el de los padres de alumnos de ese Colegio Privado que, a cambio de una exigua cuota, permiten que tu hijo siga en el Club de la élite y hasta se bien case, aunque tu pases a formar parte de la cola de la renta universal, en la que el Coletas nos ha asegurado la miseria para siempre.

El único afán del ser humano es anticiparlo todo; algo que el propio ajedrez ha demostrado un imposible. La vida no es un tablero y si no, pregúntenle a los más de cien mil muertos del COVID, que algunos aseguran son el doble; o díganselo a Rajoy después de la moción de censura de Pedro Sánchez; o incluso a las cien plagas de Egipto caídas sobre Susana Diaz, la protagonista de la mejor peli de catástrofes que se haya rodado.

Me dirán Vdes. que muy bien, pero que las emociones son incontrolables. Por ejemplo, el amor.

Los griegos que hemos exiliado de nuestros Colegios a cambio de la robótica, dibujaron a un Eros (después Cupido), al que todo iba bien mientras su flecha atinaba en dos. Cuando la diana era solo una, entonces todo era irreparable, justo como la antesala de los Juzgados de Familia.

Una vez en éstas, presagiar el resultado (debe ser por eso que le llaman fallo) es una quimera. Siempre sales peor aún. El único acertijo que nunca falla es que Doña Maria Luisa, siempre te negará la compartida y hasta te quitará el sufragio pasivo si cree que eres rojo. En esto de la justicia, debería haber un seguro para contratar a Enrique Arnaldo, el asesor en materia de justicia de Pablo Casado y futuro magistrado del Constitucional, si Dios no lo repara.

Con éste, lo que no constituye delito y por lo que no acusa la Fiscalía Anticorrupción en Madrid, no hay problema, lo hará en Sevilla y hasta te pedirán cárcel. Es lo que tiene ser hijo del Fiscal General del Estado y del Opus.

En fin, divagaciones de Agosto.

Y es que Dennet, un microbiólogo, al que en mala hora he leído mientras el Levante me rapaba la barba entre niños derrochando libidinosamente las asandías (dícese así en Chipiona), me ha hecho perder el encanto del amor.

Según este científico, cuando crees que la rubia (o el moreno, tanto da) de la barra es tu segura conquista y objeto de seducción, ahora resulta que obedece a un mero intercambio de atracción microbiano, mediante el cual estás fortaleciendo tus necesidades inmuno-químicas, algo así como una suerte de previsión darwiniana. Tal vez por eso nos atraen los opuestos, como la horrenda bolsita de Ketchup en la esterilizada hamburguesa.

No somos nadie y menos aún sin capitulaciones matrimoniales.

Claro que el papel puede contener virus miles, pero muchos menos que las monedas de ese divorcio que ahora cumple cuarenta años en España. Y es que uno no deja de preguntarse si no hubiera sido más económico prohibir el matrimonio, en lugar de regular su extinción.

Así, Doña Maria Luisa, San José María (y nosotros mucho más), todos felices. Confío en que ninguno de ellos, especialmente la primera, me lo tome en cuenta...

Me gustan los mitos griegos como paraíso de lo imposible. Ese Minotauro que para que no engendrara, fue recluido en un permanente laberinto, justo como el menda cuando la tienda cierra y no queda más chocolate que el blanco de las galletas del niño...

Y es que, al fin, lo único cierto es que Cupido existe, aunque sus flechas sean pura maldad. Cuantas tragedias amorosas sin seguro previsor. Si se fijan, los hay para el perro, para las roturas de la pantalla del móvil, y hasta para la placa de su cocina, pero cubriendo el divorcio, eso como que no.

Y es que Marx ha quedado obsoleto. Los microbios son, junto a la codicia de los bienes ajenos, el gran motor de la historia. Por eso, le dio al maldito ángel las alas y a los separados parias de la tierra, los fines de semana alternos con niños y el chocolate. Pues eso, va por Vdes., como agua para chocolate...

ETIQUETAS ►