El cambio de hora actual es mejor sistema que cualquiera de los otros dos horarios continuados.
Si siguiéramos con el horario de la semana pasada sin cambio alguno, en enero y alrededores estaría amaneciendo a las 9:30 horas de la mañana, lo que condenaría a todos los niños, adolescentes y jóvenes que van a centros educativos y a muchísimos trabajadores, a levantarse y salir de casa siempre de noche, con la dureza psicológica que eso implica. Y oscurecería a las 18:30, en vez de a las 17:30 que tendremos este invierno y al que estamos medianamente acostumbrados. Pareciera que meter noche a la tarde se lleva mejor que meter noche al despertar.
Si siguiéramos con el horario actual, sin cambio en primavera, en junio y julio amanecería a las 5:30 horas de la madrugada y la luz se nos metería por las ventanas creando una enorme incomodidad para nuestros biorritmos. Y oscurecería a las 20 horas, en vez de las 21 horas a las que solemos estar acostumbrados en verano.
Es verdad que los cambios de hora en otoño y primavera nos descolocan unos días y a los niños muy pequeños les cuesta, especialmente, mucho, pero para mí es indudable de que es el mejor sistema.