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Actualizado: 19 ene 2022 / 06:50 h.
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  • Fotografía de archivo (19/04/2016), de Francisco Gento. / EFE
    Fotografía de archivo (19/04/2016), de Francisco Gento. / EFE

Cuando en casa no había televisión, a mediados de los sesenta, teníamos que ir al bar de Ricardo, en la Plazoleta, donde paraba el autobús, la célebre Viajera. También podíamos ver los partidos en el bar de Pepe el Juez. Creo recordar que solo televisaban a la Selección Española, el Madrid y el Barcelona. El Real Madrid era entonces el mejor equipo del mundo, con jugadores como Arakistain, Pachín, De Felipe, Zoco, Sanchís, Pirri, Serena, Amancio, Groso, Velázquez y Gento. Memoricé esta alineación porque hizo historia en el fútbol al ganar la sexta Copa de Europa. Mi ídolo era Amancio, pero adoraba al hombre que murió ayer a la edad de 88 años, Gento, uno de los más grandes extremos izquierda de la historia del fútbol. Nunca el Madrid fue capaz de ponerle sustituto, aunque lo intentó con Manolín Bueno, Macanás, Anzarda o el Poli Rincón. Era imposible que alguien corriera la banda izquierda como el cántabro, la Galerna del Cantábrico. Se salía del televisor, de lo que corría. Una noche se salió y cuando acabó el partido y me fui a Cuatro Vientos, a casa, venía bajando la cuesta. Llegó corriendo hasta Sartarén. No tenía el talento de Di Stéfano, pero corría la banda y sabía poner el balón para que la Saeta Rubia lo mandara a la red. Su muerte me sumió ayer en la tristeza, porque cuando somos niños solemos buscar héroes, y Gento lo era para los niños de los sesenta, al menos en Palomares del Río. Teníamos al bético Rogelio más cerca, en Coria, un genio, pero no corría como Gento. Es más, solía decir que correr era de cobardes, que el que tenía que hacerlo era el balón. Y Gento, el extremo que se salía de la tele y volvía cuando le daba la gana. Cuando mi madre me regañaba, a veces imaginaba que Gento me rescataba y me llevaba en cabrito hasta Bollullos de la Mitación, lejos de la alpargata de Pepa. Por eso me puse muy triste ayer, porque para mí, Gento era algo más que un futbolista: era una especie de héroe de cómic, como el Capitán Trueno o El Jabato. Además le gustaba el cante jondo, y el baile también, sobre todo las bailaoras de los tablaos de la capital de España, como Los Canasteros, la sala de Manolo Caracol. Un tío completo, sí señor. Que descanse en paz.

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