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Actualizado: 12 feb 2021 / 10:54 h.
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  • De ejes y ruedas...

La invención de la rueda: todos estamos de acuerdo que aquél fue un gran momento para la humanidad. La rueda facilitó la vida de las personas en gran medida en lo que se refiere tanto al desplazamiento como al transporte de materiales o víveres, pero... espera un momento, estamos olvidando un elemento clave sin el cual las ruedas no servirían de mucho: el eje, el encargado de unir las ruedas, posibilitando que soporten peso y guiando el movimiento. Es curioso, probablemente, te suene la frase: "¡ni que hubieras inventado la rueda!" pero, ¿a que no has oído lo mismo sobre el eje? yo reflexioné sobre la importancia de este elemento cuando, recientemente, vi un documental en la tele sobre los inventos. El eje está al servicio de la rueda, la hace funcionar y, sin embargo, todo el protagonismo recae en ésta y no en aquél, que cosas...

Sociedad, respeto y convivencia

Seguí pensando en esta cuestión durante un rato y de repente, tuve un "momento eureka"... Por aquello de la sinergia mental, mis pensamientos sobre el eje y la rueda se conectaron con un acontecimiento que me había sucedido el sábado. Estaba paseando a Atila, mi Pastor Alemán, por la urbanización. Cuando llegué a la placita donde le encanta jugar en un gran espacio de césped, había un señor de cierta edad en ropa deportiva, caminando con rápidez alrededor de los espacios ajardinados. Le pregunté si le importaba que soltase a mi perro para que pudiera jugar y me contestó muy contundentemente:

- ¡como lo sueltes, me voy de aquí ahora mismo!

- No se preocupe, que no lo soltaré - le respondí-.

Seguí caminando con Atila, el hombre continuó haciendo sus contornos y pasados unos 10 minutos, se giró hacia a mí y me dijo:

- Anda suéltalo que se expansione, yo me voy.

- Pero usted estaba aquí primero -le puntualicé-, no tiene por qué irse, ¿está seguro? -cuestioné-.

- Sí, sí, yo me voy- comentó al tiempo que salía de la placita.

Al rato llegaron mis amigas Mariló e Ingrid con sus perros, Django, Peque y Pippo, quienes empezaron a jugar con Atila a tirarse por el césped y rodar como croquetas peludas (¡no hay duda de que ellos saben como pasarlo bien!). Otro vecino de la plaza se acercó a saludar y me comentó que había un par de personas que estaban pensando en llamar a la policía...

- ¿Por qué? -pregunté extrañada-.

- Porque les molesta que juguéis aquí con los perros y bueno, mujer, tú sabes que por aquí hay algunas personas que no le gustan los perros.

Me quedé de piedra... Yo respeto que haya personas que no le gusten los animales, por eso no meto a mi perro en sus casas, por eso recojo los excrementos de Atila, por eso lo mantengo atado durante su paseo y pido permiso para soltarlo en la placita cuando veo que hay más gente... Yo procuro comportarme con el debido civismo, respeto y cortesía hacia estos vecinos que, por el motivo que sea, no le gustan los perros, ¿no deberían hacer ellos lo mismo conmigo? ¿no tendrían que dirigirse, educada y directamente, a mí, sin intermediarios, si me quieren comentar algo? es lo que llamaríamos "reciprocidad vecinal", así es como se facilita y se hace más agradable la convivencia, lo contrario es meter palos en las ruedas... ¡Anda, mira! De nuevo la rueda... En este punto es donde se activó la sinergia mental... ¿Recuerdas lo que te comentaba al principio sobre el eje y las ruedas? pues piensa que la sociedad es como un carro. Para que el carro funcione, hacen falta las ruedas de la convivencia y para que éstas hagan su trabajo y logren que la sociedad "vaya sobre ruedas" es imprescindible el eje del respeto...

Sin el eje del respeto, las ruedas de la convivencia personal no quedan unidas y de este modo, el carro social no se mueve... Recuérdalo bien, ante cualquier discrepancia: respeto, educación y elegancia.