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Actualizado: 09 ene 2021 / 04:00 h.
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  • Uno de los leones del Congreso de los Diputados durante una fuerte nevada este viernes en Madrid. EFE/Mariscal
    Uno de los leones del Congreso de los Diputados durante una fuerte nevada este viernes en Madrid. EFE/Mariscal

No conozco una forma más eficaz para el progreso del ser humano en general que la de conocer, asumir y corregir sus errores, algo que es válido a nivel macro y microhistórico o cotidiano. Ninguna institución pública o privada, ningún ser humano avanza en su consciencia si no somete a su entorno y a sí mismo a una severa crítica. Nunca es tarde para eso ni para aprender, nunca. Sabemos que la democracia es el menos malo de los sistemas pero que también tiende a la entropía, ¿por qué? Porque está construida por humanos y los humanos son yoístas, si no aceptamos esto nos precipitaremos tarde o temprano por un abismo que ya estamos viendo y es necesario avisar antes de que sea demasiado tarde.

La democracia nos ha traído y nos traerá sin duda avances y progresos pero no olvidemos que las guerras más bárbaras y cruentas del siglo XX y de lo que va del XXI tienen detrás a países democráticos, provocándolas o estimulándolas. Y que de esas guerras se ha derivado progreso y miseria para las propias democracias.

En el siglo XIX e inicios del XX las democracias se repartieron el mundo y, al tiempo que llevaban avances indudables a otros lugares del planeta, originaron grandes destrucciones de culturas y robaron materias primas para su beneficio. Hubo una democracia que salió digamos perdiendo en el reparto: Alemania. Y de su encabronamiento brotaron las dos guerras mundiales. Vamos a ver, ya está bien de tanto maniqueísmo y tanta simplicidad: Hitler no fue un señor que se despertó una mañana y, por su cuenta, dijo “voy a organizar una guerra y a matar a judíos, comunistas, gitanos y a todo el que no esté de acuerdo conmigo”. Si hizo eso fue porque tuvo detrás a grandes y poderosos protectores más importantes que los votos del mismo pueblo alemán, un estamento de protectores que dejó a un lado la democracia y apoyó a un líder de masas que se les fue de las manos. Lo sostuvo una estructura que estaba en la propia democracia, grandes empresas alemanas y de Estados Unidos algunas de las cuales siguen existiendo. Y tras su derrota las democracias se sirvieron por ejemplo de sus servicios de espionaje contra el comunismo.

Todo es cuestión de coyuntura histórica: Franco halló una coyuntura favorable para encontrar apoyos en la banca, la empresa y la Iglesia y pudo hacer lo que hizo. Ahora, los señores militares que quieren fusilar a más de la mitad de la población van de cráneo porque no se les necesita, por el momento. Desde hace muchos años sabemos que, como afirmó el historiador José Acosta Sánchez, el mundo del mercado capitalista es una moneda que en una cara muestra el liberalismo democrático y en la otra el fascismo degradante y totalitario.

Un Trump o los fusileros de los veintitantos millones de personas no interesan ahora, éste es el tiempo de la mundialización, del máximo desarrollo de los mercados y de su ideología a través de la Inteligencia Artificial y la digitalización de la sociedad y para eso estorban los regímenes simplones cuyos principios suenan muy bien pero lo único que hacen es intentar arreglar lo que en antropología se denominan sociedades complejas con soluciones de la señorita Pepis que suponen orden para hoy, deteniendo un proceso evolutivo que ni sabemos adónde nos lleva. Y ese es el peligro de las democracias, he ahí la necesidad que impulsa al aviso para no ser traidor: si la entropía a la que está tendiendo la democracia debida a la codicia humana y a la falta de contrapeso a quienes conducen el sistema de manera con frecuencia salvaje, si esa entropía sigue creciendo en forma de injusticias y carencias físicas y espirituales, la democracia tal y como la conocemos se irá muriendo poco a poco mientras crecen las corrientes partidarias de aportar orden, un orden de pan para hoy y hambre para maña. O la democracia mejora o esto es lo que nos espera, eso al margen de que no sea la propia democracia la que termine con la democracia en nombre de la democracia. ¿Saben en qué consiste eso? En levantar un mundo donde el ser humano posea fundamentalmente saberes tecnológicos y de su cabeza sea borrado todo conocimiento de su historia en el más amplio sentido que esa disciplina -que es nuestra vida misma- encierra.