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Actualizado: 30 may 2020 / 11:07 h.
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  • Después del confinamiento, sólo está Platón (¿o mejor Sócrates?)

En esta etapa inusual en que la crisis simplemente está sobreviniendo (con el riesgo de aplastarnos), si nos expresamos en términos orteguianos, las "creencias" se están derrumbando para dar lugar a las "ideas". Es un instante de desazón, de angustia de zozobra, que va a marcar todo. La generación, o generaciones, a las que nos ha tocado vivir este momento, lo vamos a recordar, para siempre.

El ciudadano se encuentra angustiado frente a todo lo que hasta ahora ha considerado "válido" sin más, y cómodo, como evidente e indiscutible. Tenemos dudas e inquietudes. Nos falta seguridad.

Éramos felices y no lo sabíamos. Ahora parece que necesitáramos nuevas normas, nuevos principios que aspiramos a convertir, a su vez, en normas indiscutibles, en VERDAD, escrita con mayúscula.

Ojalá, este endemoniada virus nos deje. Ojalá podamos dejar la esclavitud y recobrar la libertad. Dios quiera que el confinamiento se acabe, y sea historia. Y soltemos las cadenas.

Durante el confinamiento hemos estado en una caverna.

El mito de la caverna es un diálogo escrito por Platón, en el que su maestro Sócrates y su hermano Glaucón hablan sobre cómo afecta el conocimiento y la educación a la sociedad y los individuos.

En dicho diálogo, Sócrates pide a Glaucón que imagine a un grupo de prisioneros que se encuentran encadenados desde su infancia detrás de un muro, dentro de una caverna. Allí, un fuego ilumina al otro lado del muro, y los prisioneros ven las sombras proyectadas por objetos que se encuentran sobre este muro, los cuales son movidos por otras personas que pasan por detrás.

Sócrates dice a Glaucón, que los prisioneros creen que aquello que observan es el mundo real, sin darse cuenta de que son solo las apariencias de las sombras de esos objetos.

Pero poco a poco los prisioneros consiguen liberarse de sus cadenas y comienzan a ascender de fase. Observan la luz del fuego más allá del muro, cuyo resplandor le ciega, y casi le hace volver a la oscuridad.

Poco a poco, el hombre liberado se acostumbra a la luz del fuego y, con cierta dificultad, decide seguir. El hombre sale, en donde observa primero un mundo difuminado.

Finalmente, el hombre observa a las estrellas, a la luna y al sol. El hombre, entonces, regresa para compartir esto con los esclavos de la caverna, ya que siente que debe ayudarles a subir y comprender el mundo real.

Cuando regresa, por solidaridad, a la caverna, el hombre no puede ver bien, porque se ha acostumbrado a la luz exterior. Los prisioneros piensan que el viaje le ha dañado y no desean salir. Se sienten más seguros en la esclavitud de la caverna.

Ya que el liberado presencia el mundo tal y como es, al ascender y experimentar el exterior de la caverna, este siente el deber moral de compartir, lo vivido. Aquí el sol es una metáfora de la idea del Bien, la cual es la idea más pura de todas.

En la caverna, en el confinamiento no veíamos correctamente la realidad. Reflejos e imágenes, mientras que el mundo ideal, y la idea del bien, son el verdadero conocimiento. El preso liberado, no puede continuar con un conocimiento exclusivamente televisivo.

Sólo la cultura y el conocimiento nos hará libres. “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. (Juan 8.23)

El verdadero político, según Platón, no ama el mando y el poder, sino que usa el mando y el poder para un servicio, para llevar a cabo el bien.

El hombre que haya visto el sol, que ha visto el bien, dará sentido a su existencia.

Nosotros mientras tanto procuremos no hacer daño a nadie y tener una conducta ética. Sólo así moralmente nos sentiremos liberados. Siendo hombres de bien.

Hay una confrontación ante el problema de la verdad entre Sócrates y Platón. Y es que, en última instancia, Platón ha dejado a Sócrates, que es el gran dialogador "hablando, se entiende la gente", con sinceridad, con amor a la verdad, con un deseo ardiente de descubrir lo que se halla opaco tras las apariencias.

Colocado ante el dilema de morir injustamente o sustraerse al imperio de la Ley, prefiere lo primero, por amor a esta misma Ley, a pesar de que ha sido sacrificado por los hombres por envidia. Sócrates es "el justo", el inocente que muere víctima de la incomprensión, de la intolerancia, del fanatismo.

Platón baja a la cruel realidad, es en Las Leyes, sobre todo en el libro X, donde lamentablemente descubrimos qué Platón ha dejado de creer en la norma socrática. Se ocupa en este enorme escrito, de estructurar los castigos y correcciones que hay que imponer a los críticos y disidentes. Propone autor una serie de encarcelamientos "con vistas a la amonestación y a la convicción de sus almas, y, una vez que haya pasado el tiempo de encarcelamiento, aquellos que se opine que han vuelto al buen sentido, vivan ya en lo sucesivo con la gente sensata, más si luego resultara que no es así, sino que alguien se hace nuevamente reo de un tal delito, sea penado con la muerte.”

Pero, con el odio, sólo te envenenas a ti mismo.