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Actualizado: 02 oct 2022 / 10:39 h.
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  • Chema Blanco.
    Chema Blanco.

Chema Blanco, el todavía director de la Bienal de Flamenco de Sevilla, que acabó anoche, quería tres ediciones para cambiar el festival, pero le ha hecho tanto daño que con una le ha bastado para cargársela. No ha habido ningún cambio, por cierto, ninguna aportación digna de mención. Presume el señor Blanco de haber dado sitio por primera vez a la guitarra de concierto en la cita sevillana, y, sin quitarle importancia al ciclo del Espacio Turina, hay que decirle que ya hubo una edición dedicada a la guitarra, con conciertos de mucha más altura. En general, esta edición ha sido un desastre, como no podía haber sido de otra manera, dada la ignorancia del director y la endeblez de su consejo asesor. Mañana mismo debería ser cesado como director por el señor alcalde, Antonio Muñoz, porque solo pensar que pueda seguir al frente de un festival herido de muerte, es para pensarse lo de seguir luchando por este arte. El espectáculo de Rocío Molina, Carnación, ha sido la gota que ha colmado el vaso. Si ella misma dijo que no tenía nada que ver con el flamenco, ¿por qué ha estado en la Bienal un bodrio de tal tamaño, que fue abucheado en el Teatro de la Maestranza, y tan caro? También aplaudido, porque al festival no solo vienen aficionados. Rocío Molina ya no hace flamenco, y está en su derecho. Es una gran artista y si cree que tiene posibilidades de hacer carrera en otros géneros, que haga lo que le dé la gana. Pero que no venga a Sevilla a insultarnos, a tomarnos el pelo, a quedarse con esas miles de personas que vienen desde fuera a disfrutar del flamenco y les meten bacalás como Carnación y otras obras del mismo corte, la de Pastora Galván, por ejemplo, bailaora que va también camino del garaje. Los aficionados sevillanos quieren flamenco, recitales como el ofrecido por Mayte Martín en el Lope de Vega, que casi la sacan en hombros, o conciertos como el de Vicente Amigo en el Maestranza. Eso es compatible con ciclos de un flamenco más abierto, que, por otra parte, siempre ha tenido su sitio en la Bienal. Incluso el alcalde debería plantearse hacer la Parabienal, un festival bianual para personajes como el Niño de Elche, limitado claramente para la interpretación de lo jondo. Una cita en la que quepan todas las payasadas flamencas que se le ocurran a Chema Blanco, que ahí sí encajaría perfectamente. El alcalde debería echarlo mañana mismo, pero podría dirigir la Parabienal. Cualquier cosa menos seguir al frente de un festival que, como venimos diciendo desde hace tres lustros, está pidiendo a voces, afinadas y a compás, una refundación. Ya está bien de atentar contra un arte con tanta historia, que tanto nos ha dado y nos está dando aún. Échelo, señor alcalde, porque además de que no sabe, es una persona soberbia, sin arte, dañina para el flamenco. No se la juegue de nuevo.