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Actualizado: 10 jul 2022 / 17:08 h.
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  • El Día del Orgullo no es solo cosa de maricones

Efectivamente, en Madrid -ciudad en la que reside el que escribe-, las calles por las que pasaron las carrozas y las decenas de miles de personas celebrando el Orgullo Gay han quedado llenas de basura. Igual que los días de partido cerca de los campos de fútbol, los días de manifestación convocadas por partidos que van de Podemos a Vox o tras cualquier botellón en la que se celebra el final de curso o el principio o el ecuador. Efectivamente, en Madrid, se han producido treinta y cuatro ingresos hospitalarios después de más de 300 intervenciones de los servicios de emergencia. Si han participado 500.000 personas (han sido bastantes más; en realidad han sido 650.000 como mínimo, pero diré 500.000 para que nadie me tache de ventajista) significa que el 0,0068 por ciento de las personas que han celebrado el orgullo gay han sido ingresados a causa de contusiones, caídas o mareos. Dos de esas personas, fueron ingresadas por consumo de drogas, esto es el 0,0004 por ciento de los participantes. Son datos que, en situaciones como esta, se consideran normales y son esperados.

La celebración del Orgullo Gay es una fiesta de color, de diversidad y de tolerancia; es un momento especial para las ciudades que abren las puertas a las personas de cualquier raza, color, condición social, religiosa o sexual. El Día del Orgullo es una fiesta a la que están invitados todos. Y eso no se puede perseguir, ni ningunear, ni manchar con datos presentados de forma confusa o con un titular amarillo y tramposo.

Yo no asisto a la celebración del Orgullo porque no celebro casi nada que no sea mi cumpleaños o el de mis hijos o mi esposa. Pero me hace sentir bien saber que vivo en una ciudad en la que mis hijos pueden compartir la experiencia de la tolerancia y del respeto por todo tipo de vidas.

En Madrid, muchos de los dibujitos de los semáforos, esas siluetas que representan a hombres y mujeres andando o esperando el momento en el que pueden hacerlo, son parejas de hombres o de mujeres, o de hombre y mujer, o mujeres solas u hombres solos. Podría parecer un detalle sin importancia, pero no lo es porque representa el sentir de toda una ciudad (salvo de los energúmenos de siempre que creen que habría que perseguir a las personas dependiendo de con quién se acuestan o a quién aman, energúmenos que suelen ser los mismos que señalan a los inmigrantes como un problema y un peligro, energúmenos que suelen coincidir con posturas radicales respecto a la realidad).

¿Por qué el colectivo LGTBI celebra ser lo que son con orgullo e intentando que les vean en todo el mundo? No son pocas las veces que he escuchado decir a algunos eso de ‘yo soy heterosexual y no lo celebro ¿Por qué ellos sí lo tienen que hacer?’, y no puedo evitar pensar en la cantidad de personas que han sido torturadas, excluidas, vejadas, maltratadas y asesinadas, por ser gais, lesbianas, bisexuales... Los heteros lo celebramos a diario, sí, a diario: haciendo chistes sobre los ‘maricones’, presumiendo de lo poco que les iba a durar a todos esos la tontería si nos los dejaran a nosotros (porque les haríamos hombres de verdad en un par de días), no teniendo que ocultar lo que somos, hablando sin tener que cambiar el timbre, vistiendo lo que manda el canon sin tener que renunciar a un gusto diferente que hay que ocultar. A los heteros no les tiran desde un ático por serlo (en algunos países la pena de muerte por ser gay o lesbiana es una cosa normal, aceptada desde siempre), a los heteros no los hacen dormir en los calabozos por serlo (en España eso ocurría hasta no hace mucho), los heteros no pierden trabajos o fracasan en las entrevistas de trabajo por serlo... Hay que ser muy cínico para poner en duda la necesidad de celebrar ser miembro del colectivo LGTBI.

Orgulloso de aceptar a todos, sean como sean. Así me siento. Y me sumo a la celebración de estos miles y miles de personas que lucen orgullosos la bandera con los colores del arco iris.