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Actualizado: 28 nov 2022 / 09:17 h.
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  • El espejismo del fijo discontinuo

El contrato fijo discontinuo se ha convertido en la estrella del momento. Se habla de él a todas horas y se cuestiona si en realidad reduce el desempleo, o no.

Por un lado, se valora que convierte en fijo al empleado que no lo era y que antes, estaba vinculado mediante un contrato laboral temporal. Por otra parte, al no trabajarse todo el año, se considera un contrato a jornada parcial, si computamos anualmente, y puede hacerse, la jornada del contrato. Asimismo, en los periodos en los que no se trabaja, el empleado percibe desempleo, aunque en las estadísticas del paro, no figure como parado, porque es fijo, afirmación ilógica donde las haya, que solo se sostiene en estos tiempos de razonamiento líquido y frugal en los que vivimos, en que una cosa pasa a ser cierta, porque cierta persona dice y siente, que es cierta, y los demás le creen.

Pero volviendo a lo sólido, lo cierto es que considerar al empleado fijo discontinuo como un ciudadano ocupado, es una broma de mal gusto. De acuerdo que tiene un contrato fijo, pero lo que interesa no es que la olla hierva, sino que haya avíos dentro y sustancia en el guiso, de lo contrario solo estamos gastando gas.

Me explico. Según la Encuesta de Población Activa (EPA) de octubre de 2022, el número de ocupados ha aumentado en 77.700 personas en el tercer trimestre de 2022, respecto al trimestre anterior, lo que se ha vendido como un éxito de la reforma laboral de diciembre de 2021, poque ha aumentado el empleo. Sin embargo, la mala noticia es que los contratados trabajan cada vez menos: el tiempo medio de trabajo semanal ha bajado de 29,6 a 28,8 horas. Es decir, se «trabaja» menos y consecuentemente se produce menos. No es necesario explicar que un trabajador cualquiera cobra por horas, y que el que trabaja 4 horas al día a media jornada, cobra la mitad, cotiza la mitad, su indemnización de despido es la mitad y produce para la economía nacional, la mitad que el que trabaja las 8 horas a jornada completa. Pues lo mismo pasa con el fijo discontinuo, que solo trabaje medio año. Y además, éste cobra con cargo al estado, sus prestaciones por desempleo los otros seis meses. Podría responderse que al menos el trabajador tiene un derecho a ser llamado de nuevo el año siguiente, y es cierto, pero a ese régimen, su economía, las lentejas que al final lleva a su casa, son la mitad, y eso es, a la postre, lo que cuenta. Al final tenemos lo mismo: empleo precario y un elevado coste de prestaciones por desempleo.

Por otro lado, la temporalidad, que formalmente ha sido abolida, en realidad no ha desaparecido. Se recurre con frecuencia, y sobre todo en el empleo menos cualificado, a contratos fijos discontinuos, con periodos de prueba extensos hasta de dos meses, que se extinguen al finalizar dicho periodo de prueba. El resultado es que estos empleados ven como su contrato se termina sin indemnización, cuando antes, el contrato temporal, al menos, tenía doce días por año a la finalización. Podría acudir a los tribunales, pero la cuantía de lo que se pelea es tan exigua, que no le compensará. Antes, los sindicatos batallaban esas causas perdidas, pero ahora, están tomando el sol cerca del poder, donde se está mas calentito.

Asi que no me negarán, que aquí hay mucha olla puesta al fuego, pero que sustancia alimenticia, hay mas bien poca.