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Actualizado: 23 feb 2022 / 06:35 h.
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  • El portavoz del Grupo Parlamentario Popular en el Senado, Javier Maroto; el líder del PP, Pablo Casado; y la portavoz del PP en el Congreso, Cuca Gamarra. / E.P.
    El portavoz del Grupo Parlamentario Popular en el Senado, Javier Maroto; el líder del PP, Pablo Casado; y la portavoz del PP en el Congreso, Cuca Gamarra. / E.P.

Esta demostración de rapidez inquietante de uno de los principales partidos de España para aniquilar a su propio líder asusta terriblemente a cualquiera que haya barajado meterse en política, que debe de estar pensando que si esto hace el aparato con su jefe, ¿qué no estaría dispuesto a hacer con cualquiera? Con todo, Pablo Casado es una persona con familia, con derechos, sentimientos y futuro. Y también la crítica razonable a alguien expuesto al juicio de telediario debería tener sus límites, su perspectiva, su compasión. Debería, digo. Pero vivimos en un país que conjuga demasiado en condicional, que es siempre un tiempo para nada, un suponer, un hablar por hablar.

En menos de una semana se ha ido cociendo el acorralamiento al líder de la oposición en España, y no por parte de sus adversarios políticos ni mucho menos, sino por el aparataje interno que ya tenía preparadas las pancartas y las consignas a favor de Ayuso. Nadie se ha preguntado de dónde salieron tan de súbito todas esas cartelas tan puntillosamente redactadas en la manifestación del pasado fin de semana. Pero habría que preguntarlo en serio. Habría que dilucidar seriamente sobre todo ese via crucis sufrido por Casado tanto tiempo antes del Miércoles de Ceniza para que le den hoy la puntilla, precisamente un 23-F como otro cualquiera. A Casado lo han ido conduciendo a capotazo limpio hasta el chiquero de la Cope, donde dijo lo que dijo para luego decir que Diego. Ya es tarde, señora, le cantaba la Jurado desde el otro mundo. Ya es tarde, señor.

Ahora que el otro partido de la derecha en España se frota tanto las manos, aunque disimule sus carcajadas porque no es elegante delante del desangrado, convendría recordar que, antes que Casado, tampoco al PP profundo lo convencía Mariano. Ese PP inconformista y desacomplejado sigue sintiendo una terrible nostalgia por José Mari, que comprende como nadie que, pese a los años, ser conservador en España no ha cambiado tanto.

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