Image
Actualizado: 03 ago 2018 / 16:45 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado

Detenida en la plaza Padre Jerónimo de Córdoba, me emociono al recordar cómo serían aquellos terribles últimos días del notario de Coria. Aquel historiador, antropólogo, musicólogo, ateneísta, político, pensador y escritor que soñó un país construido a base de progreso e igualdad, aquel hombre justo y bueno que anheló una patria andaluza llena de hombres y mujeres libres. Se lo llevaron de su casa, Villa Alegría, un Locus Amoenus levantado sobre un altozano donde entre árboles, se divisa el Guadalquivir, un lugar lleno de referencias sobre aquel Al Andalus que tanto marcó su vida y su ideal; yeserías, artesonados y ventanas nazaríes. De allí nos lo arrebataron dejándonos el espíritu inmortal de hombre de luz tiñendo de verde y blanco la bandera que nos une a todos. Aquellos que aquella fatídica noche de agosto acabaron con su nombre desconocían que nunca acabarían con sus ideas, porque su espíritu sigue vigente más fuerte que nunca, aunque su cuerpo aún se encuentre sepultado bajo una de las ocho fosas comunes del cementerio municipal de San Fernando. Se lo llevaron de Villa Alegría al cine Jáuregui para fusilarlo con el único delito de creer en la libertad de su tierra. Días dolorosos son estos primeros de agosto, al cumplirse ochenta y dos años de aquella terrible noche, de aquellos terribles días, e intacto sigue el tesón por devolver los símbolos de la identidad política y emocional de su Andalucía; la cultura, la igualdad y la alegría. Que agosto nos recuerde siempre con su llegada el espíritu inmortal de Blas Infante, como referente y seña de identidad de esta Andalucía libre.

ETIQUETAS ►