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Actualizado: 21 may 2020 / 09:10 h.
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  • El miedo nos puede

Esta pandemia ha dejado al descubierto muchas carencias de las sociedades modernas. Una de ellas es, por lo menos, sorprendente. El ser humano, en pleno siglo XXI, no es capaz de afrontar una pandemia, algo que ha sucedido de forma recurrente durante toda la Historia, sigue siendo incapaz de saber qué hacer.

¿Por qué ocurre esto? Las sociedades actuales (sobre todo las más capitalistas, las más acomodadas sobre el dinero y lo material) son miedosas y ante la dificultad se paralizan. La clase política es mediocre hasta el extremo y no ayuda a que las sociedades progresen; al contrario, generan desconcierto y desazón. Por otra parte, el exceso de información y, lamentablemente, la manipulación informativa en algunos medios, son abrumadores. Ya comienzan a conocerse casos de pánico incontrolable entre personas de avanzada edad que, después de estar encerrados más de cincuenta días escuchando la radio y viendo la televisión han desarrollado un miedo atroz a la pandemia. Ellos mismos confirman que al comenzar el confinamiento sentían preocupación aunque no pánico.

Se nos presentan, a diario, datos que hablan de contagios y de muertos. Y casi nadie se pregunta si esa es la información que deberíamos estar manejando o si otra forma de enfocar el problema sería posible o necesaria (los resultados hasta ahora están siendo catastróficos). Pensemos en una información que hablase de quién se contagia y no de cuántos se contagian. Vamos a suponer que hubiéramos optado, desde el principio, por proteger a los ancianos y a las personas con patologías previas. Hubiera habido un número de muertos muy inferior y el número de contagios no hubiera preocupado tanto. ¿Qué pasaría si lográsemos una inmunidad de rebaño a base dirigir los contagios a sectores de la población menos vulnerables?

Una pandemia siempre trae muerte y dolor. Se trata de hacer frente al problema y no de ahuyentarlo, entre otras cosas, porque los virus no se asustan. El riesgo cero no existe en esta vida porque, hay que recordarlo, se viene a este mundo estando ya condenado a dejarlo pasado un tiempo. Lo que pudo plantearse es una forma de enfrentar el problema sin necesidad de detener la economía y tratando de minimizar el número de bajas.

Si alguien no cree que esto sea posible que mire al norte, a Suecia, y que compare los resultados. Claro que hay muertos, pero no ha habido parones económicos, ni recorte de libertades propias de una democracia moderna.

Todos deberíamos pensar en qué pintamos aquí, en cuál es nuestra responsabilidad y si se trata de salvar la vida a cualquier precio o si nuestra generosidad sería necesaria para acabar con el problema. No se piden mártires; que nadie se equivoque; se pide coherencia.