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Actualizado: 01 abr 2020 / 22:42 h.
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  • El mundo antes y después del coronavirus (Día 19)

¿Cuánto cuesta un portaaviones nuclear como el Theodore Roosevelt de Estados Unidos? No tengo ni idea, pero debe ser una millonada. Una enorme y bonita millonada.

El armamento de ese portaaviones puede destruir una ciudad en pocos minutos; la autonomía de navegación es colosal; la tripulación se eleva a 4.000 militares; es parte de esa idea que tiene Trump sobre lo que tiene que ser la política de defensa de los Estados Unidos de América.

El Theodore Roosevelt va a ser evacuado y solo quedarán a bordo 400 militares que mantendrán el reactor nuclear en funcionamiento y llevarán a cabo funciones de mantenimiento en el buque. La Covid-19 ha dejado fuera de combate a un arma mortífera que cualquier país del mundo teme. Un ser microscópico se ha llevado por delante a una tripulación de élite a la primera de cambio. Sin un solo disparo. A base de abrazos, besos y gotitas de saliva.

Este es el paradigma de lo que está sucediendo en el planeta Tierra. Estamos indefensos, a merced de un destino que no sabemos cómo se va a dibujar aunque tenemos localizado al artista que trazará las líneas maestras. Hoy, nada puede detener al coronavirus salvo el distanciamiento social con el que se busca romper las cadenas de transmisión. Por eso es tan importante quedarse en casa.

Tanto millones gastados en armamento, tantos estudios sobre las posibles consecuencias de ataques nucleares, tantas armas con las que se acierta un objetivo desde miles de kilómetros de distancia y un virus nos tiene arrodillados ante su cetro. Esto es lo que hay.

Si destinásemos un 20 por ciento del presupuesto mundial de defensa a la sanidad y a la investigación, otro gallo nos cantaría. Pero ya sé que eso no va a pasar nunca jamás. Lo sé.