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Actualizado: 15 jun 2020 / 07:38 h.
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  • El Tato y Lagartijo. Anécdotas

El Tato nació en febrero de 1831 en el barrio de San Bernardo y murió en febrero de 1895.

Intervino en la corrida el 7 de junio de 1869 en Madrid con Lagartijo y Frascuelo para solemnizar la promulgación de la Constitución. El cuarto toro de la tarde, de nombre “Peregrino” de Vicente Martinez Castaño, coge al Tato al entrar a matar. Le da una “corná” de 4 centímetros de longitud por tres de profundidad en el tercio superior de la pierna derecha. Se comentó entonces que el toro tenía sangre del caballo en el cuerno y que un virus infectó la herida.

El lunes 14 de junio le amputaron la pierna. El torero encargó una pierna artificial y volvió a torear el 14 de agosto de 1871. Toreó en Badajoz, Valencia y Sevilla.

Su pierna estuvo expuesta en una farmacia de Madrid, hasta que ardió la farmacia.

La gente lo trataba como un héroe. Parece que de él se cuentan las dos siguientes anécdotas entre otras:

Tuvo graves problemas económicos y le hicieron un homenaje en Sevilla. Salió a dar dos o tres lances. Tan bien lo hizo, que se animó a poner banderillas. Se fue al centro de la plaza, y el toro no le hizo mucho caso.

Citó, de nuevo, al toro gritando, pero el toro iba a lo suyo. Pegó un pequeño saltito pero nada. Pegó un salto más grande, con la mala suerte de que un pequeño pincho que llevaba en la pierna ortopédica se le clavó en la arena.

El toro... hizo por él.

El Tato no se descompuso. Gritó, puso al toro la palma de la mano y le gritó nuevamente: “Soo Toro que te vas a harta.”

En otra ocasión ocupaba el Tato una plaza en el callejón, pero había mucha gente cuando de pronto saltó el toro.

La gente empezó a gritar: el cojo...que coge el toro al cojo...cuando el Tato se giró para los tendidos y les dijo:

«Corcho, dejad al toro tranquilo, que coja a quien quiera; “no comerle er coco ar toro”

Lagartijo

Rafael Molina Sánchez, conocido como Lagartijo (Córdoba, 1841, Córdoba 1900), Discípulo de Antonio Carmona y Luque, llamado el Gordito (Sevilla, 1838-Sevilla, 1920).

«¡Maldita sea la vaca que te parió!», dijo Rafael Molina (Lagartijo) cuando vio salir de los chiqueros a Cucharero, de don Anastasio Martín. Corrido en la plaza de toros de Málaga el 03-06-1877, tenía una masa corporal “-¡una hechura!-“, alzada y cornamenta impresionante. Para dar idea de su enorme alzada, bastará decir que sobresalía más de una cuarta por el lomo de los restantes toros con él encerrados en los corrales; otro detalle en verdad alucinante para los lidiadores: una de las veces que, durante su lidia, se acercó a la barrera comenzó a rascarse la barba sobre el filo de las tablas, ¡sin levantar la cabeza! Supóngase lo que serían los cuernos proporcionados al tamaño del cuerpo, a más de afiladísimos, como hechos a lima y formón.

Cucharero –hermano en la corrida de Cigarrero, que tomó 18 varas-, tomó 10 varas y los picadores no consiguieron hacerle sangre; el piquero Calderón (hijo) sufrió en una caída la fractura de la clavícula izquierda; en otro tumbo, Juan Fernández fue a parar de cabeza al callejón, mientras el temible animal, sin esfuerzo, se entretenía en sostener con sus cuernos al caballo, balanceándole cual leve pluma. Los banderilleros Antón y Juan Molina sólo lograron ponerle cada uno medio par; así es que en el último tercio estaba el terrible Cucharero tan dueño de su poder como cuando salió del toril. Ante tan tremebunda estampa Lagartijo, que era el espada encargado de estoquearle, a pesar de todos sus enormes recursos, no pudo dominar su miedo durante los dos primeros tercios; tocan a matar, y allá va el maestro cordobés rodeado de sus fieles Mariano Antón y el Gallo, y sin darle un solo pase, corriendo de un lado para otro, siempre a considerable distancia de Cucharero,( al cabo de media hora condescendencia que prueba el inmenso prestigio que disfrutaba Lagartijo) pudo acabar con aquel torazo, uno de los mayores que se han visto en las plazas de toros. Su cabeza, mandada cortar por el gran torero, pesó 101 kilos. En su casa de Córdoba la tenía Rafael Molina, y las madrugadas en las que llegaba a acostarse un tanto cargado de vino, armado de un bastón, descargaba su furia alcohólica sobre la inofensiva cabeza de Cucharero, acordándose del pánico pasado ante ella la tarde malagueña inolvidable para el maestro y para los aficionados.

«¡Maldita sea la vaca que te parió!». Y más bastonazos.

Cuando enviudó Lagartijo le reclamaron los parientes de su mujer los gananciales, y se fue a Madrid a consultar con su amigo y gran aficionado el notable jurisconsulto Don Manuel Alonso Martínez, y este le dijo:

– Sí, es duro, pero yo lo he hecho y es legal.

– De modo y manera Don Manué -replicó Lagartijo- que, mi suegro en el tendido y yo en el redondel, hemos toreado a medias o al alimón...

Rafael Molina, Lagartijo lidió unos cinco mil toros de diferentes encastes a lo largo de su carrera profesional, números parecidos a los de toreó Pedro Romero, tuvo cinco cogidas, fue un grandioso torero.

Realizó con mucha habilidad la suerte de banderillas al quiebro —realizada de frente al toro— reinventada por Antonio Carmona El Gordito, suerte que en esa época solo realizaban unos pocos toreros.

Lagartijo toreó con el diestro Antonio Sánchez, el Tato, en la plaza de toros de la Puerta de Alcalá (Madrid) en la corrida de toros extraordinaria celebrada el 7 de junio de 1869 en la celebración para promulgar la Constitución, como hemos indicado, el Tato resultó cogido por el cuarto toro llamado Peregrino, al entrar a matar a volapié. Lagartijo fue el encargado de estoquear a dicho toro. Al recuperarse el Tato, regaló a Lagartijo el estoque que el primero había empuñado por última vez en el ruedo con la siguiente inscripción:

«Si como dicen los filósofos, la gratitud es el tributo de las almas nobles, acepta querido Lagartijo, este presente: consérvale como sagrado depósito en gracias a que simboliza el recuerdo de mis glorias, y es a la vez testigo mudo de mi desgracia: con el maté el último toro llamado Peregrino, de D. Vicente Martínez, cuarto de la corrida verificada el 7 de junio de 1869, en cuyo acto recibí la herida que me ha producido la amputación de la pierna derecha. Ante los designios de la Providencia nada puede la voluntad de los hombres: solo le resta el conformarse a tu afectísimo amigo—Antonio Sánchez (Tato).»

Sevilla y Córdoba.