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Actualizado: 24 may 2021 / 08:19 h.
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  • Juanito Valderrama. / El Correo
    Juanito Valderrama. / El Correo

Hoy hubiese cumplido 105 años uno de los grandes genios del cante flamenco, Juan Valderrama Blanca, Juanito Valderrama en la historia del arte jondo. Alguna vez he dicho que Sevilla ha sido cicatera con este artista no solo porque vivió años en la provincia, en Espartinas, que sería ya un motivo para tener algún detalle con él, sino porque adoró siempre a esta ciudad y sus artistas más representativos, como la Niña de los Peines, su hermano Tomás, Pepe Pinto, Manuel Vallejo o el Niño de Marchena. Estuvo toda una vida divulgando el legado de estos genios y cuando llegó la hora de aportar ayuda económica ante el ocaso y la ruina de alguno de ellos, ahí estuvo, como cuando Marchena recurrió a él para que lo socorriera porque tenía un cáncer como un camión y se quería ir con dignidad al otro mundo y dejar medio bien a Isabelita, su esposa. Sé de buena tinta que cuando a Manuel Vallejo le negaban hasta un café en la Alameda, Juan lo contrató dándole 2.000 pesetas diarias en su compañía, cobrando a veces más que él mismo porque no siempre se llenaban los teatros. Vi muchas veces cómo le brillaban los ojillos, casi perdidos en los últimos años de su vida, cuando le hablaba del Niño de Escena o la Niña de la Puebla, artistas en los que se basó para fijar su línea cantaora. O del Niño Ricardo y Pepe Martínez, los dos mejores guitarristas de Sevilla, sus fieles escuderos de tantos años. Como sevillano me gustaría ir por las calles de mi ciudad y encontrarme con alguna placa que dijera algo de este genio del cante que tanto amó nuestra historia flamenca. En la Alameda, por ejemplo, donde no solo estuvieron La Moreno de Jerez, La Pompi, Manuel Torres y Tomás Pavón. Juanito vivió meses con Pastora y el Pinto, cuando acabó la guerra, porque Pepe supo de sus éxitos y lo llamó para proponerle cantar juntos en un mismo espectáculo. En esos meses era uña y carne con Tomás Pavón, al que acompañaba en sus fiestas para aprender, como aquella de Carmona, del señor Cerezo, donde Tomás quiso que cantara y se fue de la fiesta dando un portazo cuando vio que algunos indeseables se reían de él mientras cantaba por fandangos. Por todo esto, y por muchas más cosas, Sevilla y los sevillanos deberían hacer algo para que nunca se olvide su vinculación con esta ciudad y el amor que le tuvo. Feliz cumpleaños, maestro. Se le echa mucho de menos.

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