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Actualizado: 05 dic 2020 / 04:00 h.
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  • Isaac Buj - Europa Press
    Isaac Buj - Europa Press

Si vamos mejor en cuanto a cifras de la pandemia -aunque las de muertos sean aún terroríficas- y si se aproxima una tercera ola como de forma casi unánime sostienen los que entienden del asunto, entonces, ¿por qué no tomamos medidas drásticas para dar un “salto de calidad” y empezar a ver el principio del fin de esta pesadilla que estoy viviendo en amigos y conocidos bastante más jóvenes que yo y me da escalofrío lo que me cuentan, incluso después de haber dado negativo? Realmente, somos una especie animal estúpida, determinada por la cultura que creamos y eso que la cultura se inventó para no autodestruirse.

Primero, confinamiento a nivel de toda España en este acueducto de diciembre, por favor, eso en mi mente no ofrece dudas. Segundo, en Navidad, cada uno en su casa y Dios en la de todos, en este caso el Niño Jesús, el Belén, Papá Noel o lo que cada cual quiera, pero en casa, nada de hasta diez personas o hasta cinco, los que convivan habitualmente, los demás online. ¿Qué carajo es eso de los allegados? Los allegados son un amor pero por esta vez una llamadita, una videollamada y aquí paz y después mantecados o llantos o villancicos o réquiems pero cada mochuelo en su olivo. ¿Qué se hace en la vida cotidiana cuando hay que salvar a mucha gente y no se puede salvar a toda? Se sacrifican unos pocos, algo parecido a la noche del Titanic. ¿Qué hace el poder para salvarse él y que empapelen a otro? Busca una cabeza de turco. ¿Qué hacen los médicos en caso de gangrena? Cortan por lo sano. Pues esta Navidad de 2020, la pobre, tiene que ser la gran sacrificada en pro de la especie y de la de 2021. Habrá días para celebrarla, ¿no celebran en Bérchules (Granada) la Nochevieja en agosto desde 1995 porque el 31 de diciembre de 1994 no funcionaron las campanas de la plaza por un apagón en el pueblo?

La Covid-19 es el apagón en España así que para salvar muchas Navidades sacrificamos ésta si bien en estos tiempos el sacrificio es mucho menor, ¡por la mula y el buey!, ¡pero si tenemos unas tecnologías que han roto distancias! Claro que no son lo mismo que el contacto humano pero menos da una piedra, cómo se nota que no estamos acostumbrados a sufrir, hemos tenido la suerte de haber nacido donde hemos nacido y, como suele ser norma, no acabamos de pensar y de sentir el valor que tiene ese hecho.

Y ahora viene el factor cultural a joderlo todo. Cuando la crisis de 2008, no sé quién o quiénes dijeron que podrían mitigarla o terminar con ella pero a costa de perder las elecciones. Ahí está la madre del cordero, en el miedo, en la corrupción democrática, cuando el voto te impulsa a perder la dignidad y la erótica del poder ha terminado por provocar que uno ni se conozca ya a sí mismo. Hay un gran miedo en la sociedad, desde arriba hasta abajo, yo mismo tengo mucho miedo, soy el reig del miedo, y sin embargo el miedo hay que metérselo donde quepa para sobrevivir porque vivir con miedo no vale la pena.

Miedo a no estar solo, miedo a no poder abrazar a los seres amados y queridos, miedo o saltarse las costumbres, miedo a no quedarse solo en el acueducto de diciembre, miedo a mirarse al espejo, miedo a perder elecciones si se le dice a la gente quieta pará ahí que ya os alegraréis más adelante de lo que os digo, miedo por tanto a ejercer la autoridad de la que los ciudadanos han investido a determinadas personas que ahora le tienen miedo al toro al verlo salir de los chiqueros y colocarse desafiante en el centro de la plaza, superando su miedo.

Cuando llegue la tercera ola -que ojalá se quede en el mar- que no nos acordemos del miedo porque correr tanto, como pollos sin cabeza, es de irresponsables, colocar grandes parches a grandes remedios es plegarse a la imprevisión, como el que busca que lo devore el miedo que ha creado. El Sars Cov2 es más inteligente que nosotros.

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