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Actualizado: 01 nov 2018 / 11:50 h.
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  • Halloween, Dios y las ánimas

Alrededor de la muerte encontramos fiesta, modas, miedos, creencias, dioses, infiernos y supersticiones. Hay de todo cerca de la muerte. Incluso, podemos encontrar a los muertos.

Los niños, porque la fiesta de Halloween es más escolar que otra cosa, ya se disfrazan la tarde del último día de octubre. Vampiros, enfermeras ensangrentadas, asesinos en serie o brujas espantosas llenan los colegios y, más tarde, los barrios en los que esta fiesta tiene mayor arraigo en ciudades de toda España. Viendo películas americanas, hemos aprendido lo que es una fiesta que tiene que ver más con el consumo y el festejo que con la propia muerte y las almas. Aunque han sido los norteamericanos los que han convertido el 31 de octubre en una enorme galería de los horrores, el origen Halloween es celta y tuvo que ver con las almas y la muerte, con los dioses y el más allá. Halloween, aunque parezca mentira, es la víspera de todos los santos (All Hallows’ Eve). Pero todo es diversión y las almas son motivo de fiesta laica.

Hoy, 1 de noviembre, según el calendario litúrgico de la Iglesia, es el Día de Todos los Santos. La sorpresa, para el que se hace preguntas sobre esta festividad, es que santo es todo aquel que participa de la santidad de Dios, que santo es todo creyente. El 1 de noviembre se homenajea a todos los santos, sean conocidos o no. Por eso, los cementerios se llenan de familiares que quieren mostrar respeto por sus muertos. Son santos. La fiesta fue proclamada por el Papa Gregorio IV y la fecha es posible que se eligiese para hacer coincidir la fiesta religiosa con las paganas de los pueblos germanos. Era una forma de ir haciendo desaparecer esas fiestas al margen del Dios cristiano. No deja de ser una fiesta alrededor de la muerte esta peregrinación hasta la tumba familiar, cargados de flores y de lágrimas. Es la fiesta de la vida que conservan los que pueden recordar.

Mañana, día 2 de noviembre la cosa se pone algo más seria. Es el Día de los Fieles Difuntos, o de los muertos, o de las ánimas, como prefieran llamarlo. Se trata (si no es festivo) de celebrar misas de réquiem por los muertos. Puede que estén en el purgatorio. Se trata de orar por todos los fieles que ya no forman parte de lo temporal, de lo material. Se reza por todos los muertos. Según el catecismo, ‘los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo’ (punto 1030). Por tanto, es el día que se reza para que los muertos sean santos ya que es la única forma de poder entrar en el cielo.

Vida y muerte. Dios y hombre. La vida misma.