Las dos obras de Rubens que se muestran hasta el 22 de septiembre en la Casa-Museo de la Condesa de Lebrija -Hércules y Deyanira- son el comienzo de una extraordinaria colaboración entre esta y
diferentes colecciones italianas, gracias al patrocinio institucional y privado. En este caso, el patrocinio ha corrido a cargo de la Fundazione Terzo Pilastro Internationale, presidida por Emanuele F.M. Di Villabianca, barón de Culcasi y realizada por Poema, Comediarting y Arthemisia, contando con instituciones como el Ministero per i Beni e la Ativita Culturali de Italia y el apoyo del Ayuntamiento de Sevilla.
Las obras proceden de las Colecciones Reales de Turín, en concreto de la Gallería Sabauda y ha sido comisariada por Anna María Bava (Doctora en Hª del Arte y Directora de la misma) y Cristina Carrillo de Albornoz de Fisac (Exdiplomática en Naciones Unidas (UNESCO y PNUD y escritora de Arte).
Me agradaría comenzar este artículo con las palabras que recoge precisamente Cristina Carrillo de Albornoz, de todas las que pronunciara ISABEL LEÓN, marquesa de Méritos -una de las copropietarias de la Casa-Museo- en su Discurso de ingreso como Presidenta de la Real Academia de Bellas Artes Sta. Isabel de Hungría de Sevilla, y que se encuentran reproducidas en un panel cerámico del jardín:
“Esta casa-palacio una es la mitad de la otra: Roma los mosaicos, Sevilla los azulejos. Roma el laurel, Sevilla el jazmín. Roma la Venus de mármol, Sevilla la cerámica azul de Triana. Roma el rosa pompeyano, Sevilla el albero. Roma el ciprés, Sevilla el naranjo. Roma el acanto, Sevilla el azahar”, pues en ellas, se encuentra sintetizada la estrecha simbiosis que se dan entre las dos ciudades de Roma y Sevilla. Estas frases están en línea con el profesor- doctor VICENTE LLEÓ, cuando afirma que Sevilla era la Nueva Roma por su cultura humanística y artística en general, sobre todo en el Renacimiento, cuando muchas residencias patricias recrearon ese pasado glorioso del que quedan afortunadamente bastantes vestigios en la ciudad, entre ellos, las esculturas, mosaicos, y todos los recuerdos que reunió en este palacio de la calle Cuna, REGLA LEÓN Y MANJÓN y guardan con mimo sus descendientes.
No quiero insistir en todo lo dicho y publicado ya, partiendo del Catálogo y de la rueda de prensa del día de la inauguración, pero tampoco ignorar el notable interés que han manifestado tanto el barón de Culcasi, cuando relaciona la pintura de Rubens con los valores civiles del seiscientos (y a los que ya dedicó en el 2008 una gran exposición en el Palazzo Cipolla di Roma), ni el profundo estudio que dedica Ana Mª Bava al maestro “flamenco-italiano español”, imbuyéndolo en la cultura clásica y recogiendo en su texto un repaso a toda la información sobre estas obras y -entre otras muchas cosas- relacionando al Hércules con el helenístico (también llamado Farnesio), aparecido en 1546 en las Termas de Caracalla y que estudió a fondo Peter Paul (Rubens) cuando vivió allí.
Lo que pretendo ahora, además de que nos “sumerjamos” en estas pinturas, es una nueva lectura de estos mitos, los cuales junto a la filosofía y la religión (también otras muchas cosas como los cuentos, leyendas, tradiciones cultas y populares, incluso canciones o dichos y refranes), han amueblado nuestro pensamiento y aún nuestro modo de ser (dejando al margen la ciencia, literatura, el cine,... y lo inmatérico que somos).
En este sentido y al reivindicar la vigencia de las obras de RUBENS, y de estas en concreto, hay que considerar que él también fue cultísimo en todos los sentidos, y que en cierto modo la mitología era además fábula moral, normas de comportamiento, virtudes a desempeñar (caballerescas, sociales, y no sólo relacionadas con las teologales, etc.).
Lo que hace RUBENS no es otra cosa que reunir en su persona, un marco complejísimo de interrelaciones pictóricas (no entremos en otros detalles). 1º por su formación, 2º por sus estancias en diferentes ciudades de Italia y 3º por todos los años que permaneció en España y al servicio de la Corte. Esto le supuso un profundo aprendizaje de todo cuanto pudo interesarle hasta adquirir la maestría que sin lugar a dudas alcanzó. Pero a su vez en él, hay que considerar, la fuerte incidencia que produjo en los otros grandes maestros –españoles e internacionales- que como él, supieron dar grandes pasos en la pintura. Lo que trae y lo que lleva, lo que aprende y lo que enseña.
Mucho se habla de las influencias que en él ejercieron los grandes maestros italianos, entre ellos il TIZIANO o il Veronesse (por el colorido) y tantos otros incluido Miguel Ángel (por su terribilitá), y por ello se le ha calificado como el más italiano de los autores flamencos y aunque con insistencia se nombra a VELÁZQUEZ y al conocimiento de primera mano que tuvo de las colecciones reales, no se reseña entiendo que suficiente, la también españolización de su pintura. De manera que puede decirse que si él aporta una cantidad ingente de novedades, (de Flandes y de Italia), no menos cierto es lo que le aporta España. En este sentido, las que pueden sintetizarse en tres de las grandes Escuelas del Barroco, confluirían en su arte tan extraordinariamente rico desde cualquier aspecto que lo queramos analizar.