Hay titulares que parecen anunciar el fin del mundo y, en realidad, están hablando de media docena de petardos tirados en un descampado. Por eso, conviene mirar con cuidado y escuchar intentando encontrar la lógica de lo que nos presentan.
Isabel Díaz Ayuso ha anunciado que eliminará todos los impuestos propios de la Comunidad de Madrid. En otras comunidades comienzan a escucharse el rechinar de dientes y el crepitar del fuego eterno que desean a los afortunados. Pero ¿de qué impuestos se trata? ¿A quién beneficia esta medida?
Los impuestos que Díaz Ayuso se piensa cargar son la tasa de máquinas tragaperras en bares (una eliminación que favorece a los bares y a las empresas de apuestas), el impuesto sobre Depósito de Residuos (impuesto que se sustituye por el estatal), y un recargo en el Impuesto sobre Actividades Económicas (IAE). Esto supone un grandioso 0,02 por ciento del total, dicho de otra forma 70 céntimos de euro de media por madrileño (como lo oyen). Una fortuna, lo que se dice una fortuna, no parece. Por tanto, mucho ruido y pocas nueces.
Es cierto que el resto de Comunidades Autónomas ejercen una presión fiscal enorme sobre los contribuyentes. Así, Cataluña cuenta con quince impuestos propios; Galicia con seis; o Andalucía con ocho. Y sería bueno que el dinero se destinara a lo importante y no a chiringuitos o embajadas en países extranjeros. Pero que nadie se engañe: en Madrid siempre hubo chiringuitos (el de Toni Cantó es el más nuevo y relevante), la sanidad pública está en constante peligro y la enseñanza pública se encuentra denigrada, por ejemplo. Que nadie se equivoque porque Madrid está en manos del mercado y eso es muy fastidiado para las clases más desfavorecidas y un chollo para ricos y amiguetes de los que reparten. Que nadie dé saltos de alegría por los 0,70 euros, que nadie envidie la medida de Díaz Ayuso.
El Gobierno Regional de Madrid presume al afirmar que «las distintas rebajas de impuestos que han llevado a cabo los gobiernos de la Comunidad de Madrid desde el año 2004 han supuesto un ahorro a los madrileños de 52.819 millones de euros, una media de 16.500 euros por contribuyente». Lo que no dice es a quién beneficia esa cantidad y que esa media es un dato tan cierto como engañoso al presentarlo de ese modo. Las medias es lo que tienen. Pero esto ya es harina de otro costal.
En definitiva, estamos hablando de política y eso es siempre estar al borde del precipicio, en el límite de la verdad, sumidos en un circo en el que el equilibrismo busca seguir en un despacho viviendo de lo público. No creamos, a estas alturas, todo lo que nos dicen sin preguntarnos qué tiene eso de verdad o que tiene de show.