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Actualizado: 27 jul 2022 / 16:56 h.
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  • José Ortega Cano a punto de tocar fondo

El que fue matador de toros, José Ortega Cano está llegando al límite. Eso es lo que dice. Cada imagen que vemos de él en televisión, cada grito que escuchamos del torero frente a una cámara y cada gesto tenso y crispado que nos enseñan las pantallas, nos recuerdan que vivimos en una sociedad enferma que se nutre de la casquería sentimental de esos que se llaman famosos y que son, les guste o no, un grupo de pobrecillos que gastan dinero y poco más.

José Ortega Cano advertía públicamente de estar a punto de llegar a su final. Acusaba a los periodistas de Tele5 de estar acabando con él. Y creo yo que no le falta razón porque una persecución de esta magnitud no hay ser humano que lo resista. Da lo mismo si te estás separando, si has sido padre o si tu esposa ha triunfado en el mundo de la moda; da igual lo que sea si el precio a pagar es tener un periodista con su cámara a tu lado las 24 horas del día y un programa diario buscando noticias a tu alrededor.

Habrá quien diga ahora que él o su familia han vendido exclusivas y que han ganado mucho dinero con ello y no les falta razón. Pero todo debe tener un límite. Es incomprensible que un grupo de periodistas de tercera y colaboradores paletos y mal encarados se estén forrando con esta forma de entretenimiento basada en el escarnio, en el destrozo de vidas y en la vida fácil que supone trabajar diciendo barbaridades de otros en un plató de televisión. Es incomprensible que algunos facturen por tirarse un pedo o por comprar en el colmado de la esquina. No solo los periodistas y colaboradores de los programas de televisión fomentan todo este circo, no solo los famosos que quieren ganar dinero por hacer una entrevista cochambrosa que no interesa a nadie fomentan este disparate; también los que ven esos programas, los que compran revistas o los que mueven las redes sociales con estos contenidos, son culpables. Si hay un culpable, culpables lo son todos.

Parte de la sociedad española vive disfrutando de la carroña sentimental, pasa el rato viendo cómo los matrimonios fracasan o cómo un grupo de famosillos comen con las manos y metiendo la cabeza en las bandejas de natillas. Parte de la sociedad española espera con ansia el final de una historia en la que se mezclan toreros con tonadilleras, hijas de famosos con guardia civiles corruptos, familiares rencorosos con vividores miserables. Esto es lo que tenemos y habrá que esperar a que el drama sea superlativo para llevarnos las manos a la cabeza lamentando lo que estamos permitiendo. Tiempo al tiempo.

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