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Actualizado: 21 jul 2018 / 22:05 h.
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Algunas veces me pregunto: ¿Quién será el inquietante correcaminos que está detrás de mí bigote? ¿Quién será el que se dejó colgar sobre su cara, la aguileña napia que –a duras penas– soporta mis gafas? ¿Quién será el que conmigo respira sin importarle soliviantarme del bendito sosiego que busco sin intentarlo, desde que este comecocos que se esconde y camufla detrás de mí coleta, vive conmigo sin dejarme vivir? ¿Quién será el incansable trotamundos que me lleva de feria en feria, de fiesta en fiesta, de pueblo en pueblo, de locura en locura? ¿Quién será ese que todos conocen, mientras yo aún no he logrado reconocer, muy a mi pesar, en mi constante búsqueda desde hace medio siglo largo? Pero no hay manera, al parecer camina sonriente entre las gentes, sabedor de las mil artimañas y triquiñuelas para esquivarme. En definitiva... ¿Quién será el osado que no se cortó ni un pelo en aceptar mi nombramiento de pregonero de la Velá y subirme a esta tribuna de sueños?

Un atril desde el cual os digo que en verso, vengo vestío, pa’ cantarle a la anfitriona que en esta orilla del río es Gitana Emperaora, Santa Ana, dueña y señora de esta Velá de tronío... La Señaita Santa Ana, que vino en su caravana, cruzando montes y campos, con San Joaquín y María, y un compás por bulerías de los gitanos cantando en el nombre del Mesías, siguiendo a la gran Cruzada de católicas espadas y al Santo Rey don Fernando... Y el refrán brota en mis labios cual dijera Alfonso “el Sabio”: “sí al Cesar lo que es del cesar y a Dios lo que sea de Dios”, no fue tan justa la gesta de atragantarles la siesta, la dignidad y el honor a los dueños musulmanes de la Sevilla almohade, descendientes de Almanzor.

Los que el 9 de octubre de 1171, treinta y seis días después de su inicio, terminaron las obras del puente de barcas que el califa Abü ya’qüb yüsuf mandó construir sobre las aguas del río Guadalquivir... Puente moro que el rey Fernando hizo santo, Alfonso X, sabio, y el río, poquito a poco, el portalón de su barrio...El arrabal de Triana en este lao del río, donde vive Santa Ana en medio de un caserío en el que se fue fraguando, con un aire diferente, una Triana distinta, singular como su gente, una Sevilla tan linda, personal e independiente, donde María y su agüela bailan coplas corraleras en el patio de su altar que está en la misma plazuela donde Triana venera a Dios Padre celestial... Triana cautivadora, Triana resplandeciente, Triana encandiladora, Triana magnificente, Triana fascinadora, Triana, diosa del duende que a todo el mundo enamora con su magia seductora, tan solo, cruzando el puente.

(De mi Pregón de la Velá de 2005. Con todo mi cariño a mi padrino de pregón, Ángel Vela y a toda Triana). ~