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Actualizado: 18 feb 2021 / 10:52 h.
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  • Foto: Sergi Alcàzar
    Foto: Sergi Alcàzar

Creo yo que ha llegado el momento de que, entre todos, pongamos las cosas en su sitio. Lo que está pasando en España no tiene justificación alguna, resulta inaceptable y es reflejo de un problema de fondo que parece que nadie quiere ver. No voy a perder más tiempo: el gran problema de España es la falta de cultura de los españoles y la forma grosera con la que los políticos abusan de este asunto.

El encarcelamiento de un rapero que dice cosas gruesas en sus canciones, desagradables a más no poder y dignas del mayor de los desprecios por su falta de buen gusto, puede abrir un intenso debate sobre lo que es la libertad de expresión y, especialmente, sobre lo que no es esa libertad de expresión. Solo eso porque es un cantante espantoso y solo consigue que se le escuche a base de decir barbaridades y de aparecer como una víctima del Estado represor y de esta democracia que tenemos en España tan de baja calidad. La obra de este cantante no merece mayor atención. Pero el encarcelamiento de este sujeto, ni el de ninguna otra persona por muchas dudas que suscite, ni la defensa de la libertad de expresión, pueden ser motivo de actos violentos que destrozan las ciudades, que generan angustia entre las personas que viven una situación inaguantable. No puede serlo aunque Pablo Echenique o Pablo Iglesias insistan en no condenar los actos violentos o publiquen mensajes en las redes que son una vergüenza absoluta. Este mensaje de Echenique sí forma parte de la falta de normalidad democrática en España: 'Todo mi apoyo a los jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión en las calles. Ayer en Barcelona, hoy en la Puerta del Sol. La violenta mutilación del ojo de una manifestante debe ser investigada y se deben depurar responsabilidades con contundencia’. Más canalla no se puede ser.

El caso es que lo que está pasando en las calles poco tiene que ver con la libertad de expresión o con el encarcelamiento de Hasél. Lo que sucede en Barcelona, Madrid o Granada, es el resultado del hastío de millones de jóvenes que se informan a través de las redes leyendo a otros jóvenes que no saben lo que dicen ni entienden nada de lo que ocurre; se informan a través de los titulares de un solo medio que, por supuesto, está escorado de forma sangrante. Reciben una cantidad de información brutal que no pueden asimilar y sí malinterpretar o, lo que es peor, tragarse sin rechistar. También leen lo que dicen sus líderes espirituales, es decir, políticos obsesionados con tener más seguidores en las redes y que creen que su imagen personal está por encima de cualquier otra cosa, políticos que envían mensajes zafios y vacíos a una juventud aburrida que se siente incapaz de mirar su propio horizonte.

La falta de vergüenza y de escrúpulos de algunos políticos es irritante. Y si alguien cree que me refiero a Iglesias y no a los del otro lado, se equivoca. Nombro a Iglesias y a Echenique porque son los que están teniendo actitudes más lamentables en los últimos días, pero en la otra esquina la vergüenza que provocan es similar. En cualquier caso, nombro a Iglesias para recordarle, de paso, que los poderes legislativo, ejecutivo y judicial son poderes del Estado, pero el ‘4º poder’ (nombre con el que conocemos a los medios de comunicación y que es un alias) no forma parte de los poderes del Estado, no. Los medios de comunicación forman parte de la sociedad civil, son empresas privadas, periodistas independientes. Es usted un tramposo, señor Iglesias. ¿Qué control se puede ejercer sobre estos? Por parte del Estado ninguno aunque a usted le escueza. Por parte de la sociedad se puede ejercer el que mejor ha funcionado durante tantos años: no me gusta un periódico y no lo leo; no me gusta una emisora de radio y no la escucho...

La anomalía democrática reside en lanzar a las masas de críos a las calles a destrozarlo todo. La anomalía democrática es que los malos parezcan los buenos y que el que destroza las cosas parezca un héroe cuando, en realidad, es un golfo, un ladrón y un violento. Sí, son ladrones de poca monta. Nada más.

Qué pena de país no están dejando.