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Actualizado: 14 jun 2021 / 19:52 h.
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  • El párroco de Tenerife que ha sembrado la polémica.
    El párroco de Tenerife que ha sembrado la polémica.

Hay un párroco canario que culpa a la “infidelidad” de la madre de la muerte de Anna y Olivia. Yo me pregunto si él no se ha preguntado por la fidelidad de sí mismo al Evangelio, a la vergüenza y al sentido común. Para empezar, las niñas no han muerto. Han sido asesinadas.

Y la diferencia es abismal. Tan extraordinariamente diferente como culpar a las víctimas de las barbaridades de sus verdugos, que es una vieja costumbre de la actitud más reaccionaria de todos los tiempos. Cuando el marido le ha pegado es que algo habrá hecho. Mi marido me pega lo normal. Las frases las han pronunciado mujeres no hace demasiado tiempo en un tiempo que hemos compartido. Y quienes callan ante tales exabruptos son tan culpables como quienes los pronuncian, como quienes los jalean, como quienes los ven normales. Quienes no solo callan, sino que mantienen en el puesto a quien lo dice tal vez tiene un delito mayor. Se lo dijo Cristo a Pilato. “Quien me ha entregado a ti tiene un delito mayor”. Nos tendríamos que preguntar quién ha entregado a estas dos niñas y a su madre a tal monstruo. Y no qué mal hicieron para caer en manos de él. Eso lo debería saber un cura antes de pronunciar tales obscenidades en la casa de Dios. ¿Quién pecó, este o sus padres, para que naciese ciego? Ni uno ni los otros, contestó el Señor.

Pero hay bárbaros que no se enteran de nada porque probablemente nunca tuvieron vocación de enterarse. Que un caso de estos les hace un flaquísimo favor a la Iglesia no hace falta decirlo. Pero me parece mucho más grave aún el daño que le hace a la sociedad en general, tan diversa como para que haya gente que se vea obligada a sacralizar estos discursos.

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