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Actualizado: 09 ene 2020 / 08:31 h.
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  • La Gerencia de Urbanismo sevillana

Cuando en esta ciudad se acercaba la Expo´92, muchas fueron las actividades urbanísticas que sufrió la ciudad a lo largo y ancho de su geografía. Y algunas de ellas fueron locuras que se justificaron por el hervor de los jóvenes técnicos en la materia. Pero han cambiado los tiempos y aquellos hervores se han templado y enfriado y ahora cuando queremos arreglar aquellas locuras, nos dicen que pretendemos quijotadas.

27 años después de aquella explosión de sevillanía al mundo y donde algunos, equivocadamente, sentenciaron la ciudad para que poco más progresara, sigo con mi sueño de una Dulcinea que muestre al mundo que ya no es la misma que ayer y que sólo quiere volar. Y esta Dulcinea, en la que creo, tiene un nombre: Sevilla.

Esta heráldica urbe cumplida y honrada nos pide muy poco pero cuando alguien visita los restos (arqueológicos algunos) de esa Expo´92 puede dar fe que en aquel terreno mágico algunos encantadores de serpientes del género malo y torpe lo están convirtiendo en un espacio monstruosamente despegado de una ciudad del siglo XXI. Es la Sevilla de los proyectos pagados y guardados en el cajón la que nos acecha a diario y son los recuerdos los que resucitan estos proyectos.

Entre los hechos probados en esta vida están las noticias vacías de nuestros propósitos para el próximo año o la operación bikini. Pero si existe algo tan fijo en el noticiero como el roscón de RRMM son las collejas que recibe un Consejero de Educación por la existencia de caracolas. Pero ¿nadie hace lo mismo cuando en el centro de la Cartuja todavía perduran las frías, feas, inadecuadas, viejas, inapropiadas y vetustas caracolas de la Gerencia de Urbanismo? Si viniera esta Greta nos colocaba una denuncia que terminaríamos de pagar en varias vidas. Me temo que calentar esas chapas deben costar un riñón al erario municipal y cuando cualquier normativa de nueva construcción o del ITE califican y obligan a unas mínimas condiciones energéticas, les prometo que esta infraestructura de más de una decena de caracolas recauchutadas y grapadas no conseguirían, ni en Botsuana, el certificado energético. Las instalaciones de la Gerencia de Urbanismo sevillano se han convertido en un parque temático de inhospitalidad, goteras, bajas temperaturas, etc. y que no son merecedoras de una ciudad como Sevilla.

Buenos dineros que nos gastamos para recluir a los funcionarios de la JJAA en el moderno edificio de Santa Justa y aquí todavía ¡año 2020! seguimos teniendo varias decenas de caracolas a pleno rendimiento. Eso sí, con varios proyectos de reforma total del espacio guardados en un sarcófago del tiempo, pero claro, en Sevilla tasamos el tiempo para todo menos cuando llega el momento de ejecutar un proyecto o una necesidad. Porque en Plaza Nueva se palidece cuando se debe soltar el dinero. En este Ayuntamiento si preguntas por algo te contestan “..sí, por ahí debe andar un proyecto que se hizo hace años..” y les prometo que se encontrarán con legajos del siglo XVII. Este es el plan para las caracolas de urbanismo, fotos y promesas como el eterno noviazgo.

Seguramente la razón de esto es porque aquí todo se hace al estilo sevillano. Seguimos adobando la Gavidia, la Casa de Cernuda y tanto patrimonio histórico ávido de volver a tener vida propia y decente. Muchas ciudades deben destruir para construir un edificio destinado al servicio público y aquí, que tenemos patrimonio de sobra, seguimos trabajando en caracolas efímeras cuyo objetivo y destino se terminó hace 27 años. En esta Plaza Nueva se habla poco para avanzar, pero se reza mucho para que todo fluya al estilo sevillano ¿Será éste el secreto de Sevilla? ¿hacer ordinario lo extraordinario?

Cuando visite usted la Torre Sevilla, atrévase a investigar como un intrépido explorador en esos terrenos de Jumanji que son las caracolas de la Gerencia de Urbanismo (inteligentemente escondidas entre yedras y arbustos descontroladas) y comprobará esta arquitectura tan sevillana como poco europea ¡qué complicadas son las cosas de Sevilla!

Desde luego que pienso en una Sevilla racional, urbanísticamente hablando, donde se solucionen problemas tan aciagos como la movilidad, los aparcamientos, las zonas verdes, la limpieza, etc. pero también por la desaparición de esta familia cochambrosa de caracolas que harían temblar al mismo Olimpo de los dioses urbanos. Así que venga, Sr. alcalde, cuanto antes porque ver estas cosas nos invade la tristeza de un viudo. Que aquel año 92 ya no vuelve, se lo digo yo.

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