Image
Actualizado: 09 mar 2022 / 06:39 h.
Facebook Twitter WhatsApp Linkedin Copiar la URL
Enlace copiado
  • Una mujer camina delante de unos coches quemados en un puente de Irpin, a 7 de marzo de 2022, en Irpin (Ucrania). / E.P.
    Una mujer camina delante de unos coches quemados en un puente de Irpin, a 7 de marzo de 2022, en Irpin (Ucrania). / E.P.

Nadie nos hubiera dicho hace años, cuando estudiábamos el horror del nazismo alemán, que íbamos a sufrir a un tipo peor que Hitler. Nadie nos previno de que aquella ceguera de la sociedad culta alemana se reproduciría casi un siglo después en la sociedad rusa, que ni se entera ni se quiere enterar. Nadie hubiera imaginado entonces -y hasta hace un rato- que a pesar de la ONU, de los Derechos Humanos, las Democracias y otros impulsos de aprendizaje social íbamos a seguir sin aprender nada o habiéndolo aprendido para nada. Nadie nos hubiera convencido de que, por mucho viejo mundo, por mucha vieja Europa, por mucho EEUU, por mucha OTAN y por muchos derechos internacionales escritos, un país iba a conseguir destruir a otro mientras el mundo desarrollado se dedica a contemplarlo por la tele dándole mucho apoyo moral y hasta armas. Nadie nos advirtió de que el hombre, los hombres, las mujeres, el ser humano, es el único animal que tropieza todas las veces con la misma piedra, a pesar del refrán, que parecía una exageración. Al menos yo, siempre creí que lo de que el hombre es un lobo para el hombre era un decir. Luego vendrá la Historia y reflejará nuestra mudez en el espejo de la vergüenza a posteriori. Nos está grabando. A ver qué sonrisa mostramos.

Estamos viviendo una vergüenza tan inimaginable que se nos están quitando las ganas de vivir y de imaginar.

Cuando mi abuela bajaba el tono de voz para referirse al “Movimiento”, yo me reía en mi ingenuidad de niño. Ella no solo bajaba el tono de voz, sino que miraba de reojo, desconfiada, y se enfadaba a continuación si yo le contestaba con un volumen normal de voz, pronunciando con naturalidad palabras prohibidas. Guerra, Franco, comunistas, derecha, izquierda, bandos, muertos, fusilamientos, bombas, artistas, Iglesia, República, fascistas, rey, exilio. Todas esas palabras la ponían tremendamente nerviosa, incómoda, agresiva. Ahora, tantos años después, siento mi falta de empatía, mi incapacidad para entenderla, mi estúpido convencimiento de que sus temores eran cosas de viejas.

Tantos años después, lamento que los libros de Historia sean papel mojado, que las instituciones no hayan aprendido que el prestigio de ninguna vale más que la vida de un solo ser humano, que los gobiernos democráticos de todo el mundo no se hayan convencido aún de que no valen la pena la libertad, la justicia, la igualdad y todos los derechos del mundo si los encapsulamos a nuestro antojo mientras un vecino nuestro abusa de otro con total impunidad. No creo en esa sincera ingenuidad de quienes dicen creer que Putin dará marcha atrás, tarde o temprano, cuando empiece a notar el ahogo económico al que lo quieren someter, de lejos y con pinzas. Y como no creo, todo esto me parece una terrible, insufrible, asquerosa, inaguantable payasada.