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Actualizado: 25 feb 2022 / 09:12 h.
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  • Diego Herrera / Europa Press
    Diego Herrera / Europa Press

Mi hijo, que va ya para adolescente, me ha recordado esta mañana la primera decepción con su papá. Es verdad que se lo dije, no sé cuándo, pero se lo dije: que era muy difícil, prácticamente imposible, que hubiera una tercera guerra mundial. Pequé de ingenuo, como si la primera y la segunda hubieran ocurrido en la Prehistoria, o hace tantos siglos que pudiésemos considerar que nosotros, los de entonces, no éramos los mismos. No. De esas dos guerras bárbaras no hace tanto, un rato prácticamente, y tuvieron lugar con solo veinte años de diferencia. En medio, otro de esos espejismos de felicidad y luego el ascenso soberbio de quienes se creían diferentes al resto. Y la Historia se repite. Es lo verdaderamente malo que tiene la Historia.

Ahora habrá que ver el hambre que es capaz de soportar el pueblo ruso y el frío que es capaz de soportar Europa. Porque la intervención del resto del mundo no ha tenido lugar todavía sencillamente porque Ucrania es un país pobre que apenas cuenta nada en el orden internacional, y porque Rusia es un país rico y peligroso que cuenta demasiado. Esa es la razón, aunque suene demasiado frívolo escribirlo con todas las letras, aunque sea demasiado duro decírselo a un adolescente que hasta ayer seguía creyendo que era imposible una III Guerra Mundial porque se lo había dicho su padre y eso bastaba.

Ahora su padre no sabe si es necesaria la III Guerra Mundial o si no cabe preguntarse por su necesidad o no porque, de facto, ya ha empezado y lo único que nos cabe esperar es que empiece más colectivamente, es decir, que intervengan los que tanto mandan siempre excepto cuando tienen que mandar; que hagan algo los que se llevan la vida cobrando tanto porque dicen que lo hacen para que esa III Guerra Mundial dure lo menos posible. Al fin y al cabo, los centenares de muertos que ya no están aquí, los miles de muertos que no estarán mañana, son tan personas como nosotros, que a veces parecemos creer en los Derechos Humanos solo en determinadas zonas del mundo. Qué horror, otra vez.

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