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Actualizado: 06 feb 2019 / 08:22 h.
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  • La senadora del PP Esther Muñoz. / EFE
    La senadora del PP Esther Muñoz. / EFE

Una senadora del PP humilló ayer la memoria de cientos de miles de españoles que cargan con la desmemoria de no saber dónde están los restos de sus abuelos, aunque todos sospechen que en las ignominiosas cunetas nacionales que ya no son cunetas, sino agujeros peores, pues los caminos de cuando fueron fusilados con el desprecio fascista de aquellas oscuras madrugadas del 36 ni siquiera existen ya. Lo de las cunetas se ha convertido en metáfora, que todos entendemos incluso como un eufemismo para no hacer más doloroso este trance civilizatorio de indagar en la tierra que no solo se tragó los cuerpos de tanta gente inocente, honrada y capaz de este país, sino la vergüenza de resarcir tanta brutalidad casi un siglo después, e incluso la necesaria dignidad ante el respetuoso silencio mientras algunos memoriosos se encargan de suplir la general pasividad de un país postrado en la inercia de esa rotunda mentira histórica de que la guerra civil fueron dos bandos que se enfrentaron.

La senadora que se burló ayer de que el gobierno se gaste 15 millones “en desenterrar unos huesos” es la misma que hace unos meses dijo que “con 33 años que tengo, sacar a una persona que lleva enterrada allí 43 años, a mí ni me va ni me viene”. Se refería a Franco y a su Valle de los Caídos, claro. La senadora nació en 1985, cuando la educación pública en este país había recuperado ya el pulso de nuestra dolorosa historia y los versos casi también enterrados de algunos de nuestros mejores poetas de todos los tiempos, como Machado, Lorca o Hernández. Es decir, nació cuando todo un país había hecho el esfuerzo titánico de sobreponerse a uno de sus episodios más vergonzantes para que naciera gente como ella y que gente como ella pudiera llegar a senadora.

Su actitud de ignorancia supina y crueldad hedonista nos pone sobre aviso no sobre un determinado partido político (o varios), sino sobre sobre una generación que ha asumido el peligroso discurso de que hacer política es solo mirar al futuro y que no se puede hablar de Cristóbal Colón porque no nos subimos con él en ninguna carabela. Es peligroso alimentar ese discurso juvenil de que el mundo empieza hoy. Lo digo porque la ministra de Justicia trató de administrar su propio asombro achacando el comentario indigno a su juventud. Y no.

La juventud no es excusa para la brutalidad, la desmemoria y la falta de respeto y perspectiva. Al revés: ser joven, y dedicarse a la política, debería garantizar todo lo contrario. Si no, ¿cómo iba a ser verdad nuestra esperanza?

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